Mis escritos...

 

En esta sección: escritos personales, algunos publicados y otros inéditos.

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EL DISCERNIMIENTO COMO AYUDA ESPIRITUAL Y PSICOLÓGICA

escrito en conjunto por 

P. Guillermo Randle, sj. y el Lic. Horacio Muñoz Larreta

Editorial San Benito, Buenos Aires, 2005

 



RECONOCIMIENTO:

A partir de la lectura del libro La Guerra Invisible - El discernimiento espiritual como experiencia y como doctrina en Santa Teresa de Jesús (*), en el año 1999, surgió en mí una inquietud: aplicar el discernimiento de espíritus en psicoterapia.

Los cursos que el P. Randle dictó al año siguiente en el Centro de Espiritualidad Ignaciana de Argentina (CEIA), en especial aquel referido a los Padres del desierto, reforzaron esta moción, y comencé a poner en práctica en mi consultorio –no sin antes pasarlo por la experiencia en mi propia vida- este conocimiento que es patrimonio de la humanidad. Los frutos fueron inmediatos y abundantes. Los sucesivos encuentros con el P. Randle, me ayudaron a llevar a la práctica con mayor eficacia esta ciencia –y a la vez arte- del Espíritu. Decidí avanzar en mi formación, conciente de llevar un “tesoro en vaso de barro”, razón por la cual cursé los tres años de la Escuela de Ejercicios Espirituales del CEIA, que me aportaron no sólo teoría sino experiencia en la espiritualidad ignaciana.

Desde hace un buen tiempo muchos psicólogos, médicos,  sacerdotes, teólogos, etc., en congresos internacionales, vienen exponiendo trabajos donde relacionan la psicología con los Ejercicios Espirituales de San Ignacio o, más ampliamente, las ciencias humanas y las ciencias religiosas, desde diferentes escuelas. Creo que es un desafío interesante, lo es para mí, vincular dos puntos bien concretos: la diácrisis o discernimiento de espíritus y la psicoterapia. Todo ello con un único objetivo: ayudar, desde el ámbito psicoterapéutico, al hombre que sufre, sin pretender agotar esa ayuda -dado lo limitado de la ciencia que practico-, pero convencido del enorme valor que posee, pues es ciencia que sana y fortalece, libera e ilumina, despierta a la paz interior y conduce a la sabiduría, ayudando al hombre a encontrar el sentido de su existencia hasta el umbral mismo de la vida espiritual.

Queremos compartir con Uds. esta experiencia que ha comenzado a dar sus primeros frutos, con el convencimiento de que, su esquema básico y sencillo, es una importante ayuda para la vida cotidiana más allá del ámbito psicoterapéutico.

Personalmente, ha sido un privilegio para mí trabajar junto a un maestro del discernimiento como el P. Randle. El presente libro no podrá contener, lo sé, toda la sabiduría compartida en las largas charlas que hemos tenido durante estos años.

Nos hemos enriquecido también con la experiencia del taller de “Discernimiento y Psicoterapia” que dimos en el C.E.I.A., en el año 2002, donde concurrieron psicólogos, religiosos, estudiantes de psicología y otros laicos, cuyo aporte incorporamos.

Somos conscientes que hay mucho más por decir que dicho, mucho más por saborear que saboreado, pero cinco panes y dos peces, en las manos del Maestro, bastaron para saciar la hambrienta multitud, y aún sobró... (Jn 6, 1-14). “Una buena parte del arte –afirmaba el insigne Jean Guitton- consiste en escoger y callarse. Callarse sobre lo que se ignora o no se sabe bien, callarse para dejar a los demás el cuidado de mostrarle su saber, callarse para que nuestros escasos pensamientos encuentren esos silencios sobre los cuales flotarán y se sostendrán...”(**)

El P. Randle y yo queremos agradecer a todos aquellos que, al conocer nuestro trabajo, nos han hecho llegar valiosas sugerencias y observaciones. Al P. Salvador Verón, SJ; al P. Ariel D. Busso; al psiquiatra Dr. Norberto Uva; a los psicólogos: Lic. Gladys Brites de Vila; Lic. Eugenio Pérez Soto; Lic. Víctor M. Muñoz Larreta; Lic. Inés Gianni y Lic. Vivian Morrow. A la estudiante avanzada de psicología Helena Muñoz Larreta de Besteiro. A Kleine Cilley, María Bestani, Patricia B. de Caporaso y a toda la comunidad de Santa Catalina, en especial a su Rector el Pbro. Rafael Braun. Agradecemos también, de manera muy especial, a todo el equipo del C.E.I.A.

Un párrafo aparte merece nuestro querido P. Jesús Corella SJ quien un mes antes de su nacimiento para el cielo (ocurrido el 22 de Noviembre de 2004) con gran cariño accedió a prologar nuestro libro. Para él nuestra gratitud inmensa y nuestras oraciones, para nosotros su recuerdo imborrable y su ejemplo de vida.

En lo personal, doy gracias a mi familia, mi mujer Graciela M. Sosa –quien también aportó sus sugerencias como médica psiquiatra- y a mis tres hijos, por la paciencia en tantas horas dedicadas a este trabajo. Sin duda han realizado un aporte silencioso que quiero reconocer. A mis hermanos en la fe, integrantes del grupo Magnificat, mi gratitud por sus oraciones.

Pido a la Sma. Virgen María, Sede de la Sabiduría, su intercesión para mi actividad profesional que pongo enteramente en sus manos y su bendición maternal para mi familia, mis pacientes,  mis “hijos espirituales” y para mi padre espiritual.

Lic. Horacio Muñoz Larreta




(*) Randle, Guillermo, SJ. Publicaciones Claretianas, Madrid, 1991.
(**) Nuevo arte de pensar, Paulinas, 1967, Bogotá (Colombia)

 
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PRESENTACIÓN 

Por el P. Rafael Braun

 

      La lectura de "El Discernimiento como ayuda espiritual y psicológica" (Teoría y Práctica) me produjo un gozo intelectual y espiritual. No por las novedades que contiene, sino por la articulación lograda entre una larga tradición espiritual cristiana y los aportes de la psicología contemporánea. El resultado es una síntesis creativa escrita con sencillez y profundiada, al alcance de cristianos deseosos de responder a la invitación de Jesús de crecer en santidad. 

     Quisiera subrayar tres aspectos particularmente valiosos de esta obra. En primer lugar una presentación de la antropología cristiana que reconoce tres niveles personales -corporal, psíquico y espiritual-, dos dimensiones -la social y la histporica-, un principio de descernimiento -la paz interior-, y un fin, Dios. En segundo lugar, los tres pasos de la vida: tomo conciencia, discierno, tomo una decisión. La inclusión de este último paso me parece esencial, ya que "si una persona no toma decisones.... es sólo un turista psicológico o espiritual". En tercer lugar, el logrado esfuerzo pedagógico, puesto de manifiesto en la clarificación de conceptos, figuras, los resúmenes y los ejercicios prácticos.

     Concluyo con una advertencia. Este libro no es un libro para leer y curosear. Es un instrumento de trabajo para quien quiera progresar en el camino de la santidad.

P. Rafael Braun

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PRÓLOGO DEL P. JESÚS CORELLA, sj.

En el año 1989 se celebró en Salamanca (España) un simposio que trató de la transformación del Yo en la experiencia de Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola. Con este tema más acotado, lo que se pretendía era enriquecer y de alguna manera estructurar más científicamente las relaciones que muy espontáneamente se producen entre el hecho de dar o hacer Ejercicios Espirituales ignacianos y las transformaciones de la personalidad, en sus diferentes estratos, que se producían a lo largo de ellos. En el fondo se buscaba un fecundo encuentro entre las ciencias antropológicas modernas y la mejor comprensión de la vida en el espíritu iluminado por la fe cristiana, como un proceso de transformación progresiva hacia la persona de Jesús, el Resucitado.

Éste y no otro es el objetivo de los Ejercicios Espirituales. Es imprescindible para nosotros dar y hacer hoy los Ejercicios no ya desde la antropología del siglo XVI, un tanto gloriosa, en la que se escribieron, ni desde la antropología del XIX, temerosa y conservadora con un mundo científico y social muy adverso. Hoy, en la medida en que crece nuestra confianza tanto en el Espíritu de Jesús como en las ciencias antropológicas, todos van haciéndose más abiertos. Precisamente porque conocen a fondo su especialidad, conocen también sus límites. No es ya extraño encontrarse con científicos, teólogos y pastores de la Iglesia que, con un claro sentido interdisciplinar y un deseo de transcender sus propias especialidades, se buscan entre sí para dialogar y saber así más, no sólo de la ciencia del otro, sino de su propia especialidad. Es la globalización del saber, en este caso muy positiva, según la cual, vamos persuadiéndonos cada vez más de que cualquier conocimiento, por profundo que sea, en lo científico y en lo teológico-espiritual, necesita de otros saberes, para progresar en sí mismo. Las parcelas del saber necesitan, todas y cada una, del conjunto del saber, que viene a ser eso que llamamos ‘sabiduría’. Antes se intentaba atrapar la totalidad desde dentro de la propia especialidad, que así pretendía ser absoluta y excluyente. Ahora se busca, con mayor  reconocimiento de los límites propios y ajenos, la necesidad de fecundación; de ver cada parte a la luz de un todo que nos sobrepasa en nuestra especialización parcelada. Precisamente esa búsqueda interdisciplinar, en la que se habla, pero también se escucha, en la que a la vez se enseña y se aprende, es la que motivó el simposio salmantino de Psicología y Ejercicios ignacianos.

La presente obra debe ser enmarcada dentro de esta misma perspectiva. Pero quizá desde otro ángulo. Allá era la Psicología la que enriquecía el proceso de los Ejercicios, fundamentalmente. Aquí casi podríamos decir que la perspectiva es la contraria: ver cómo los Ejercicios ignacianos, y en particular el discernimiento que en ellos se ejercita, enriquece el proceso de las psicoterapias, llevándolas a promover una sanación desde la raíz última del ser. Porque los especialistas que la han escrito, Randle como teólogo y Muñoz Larreta como psicólogo, sienten la misma necesidad de proceder adelante, en sus investigaciones y en su praxis pastoral o profesional, a base de dialogar preguntándose y respondiéndose mutuamente cuando se encuentran trabajando ambos en ese santuario escondido y profundamente cohesionado que es el interior del ser humano. Podrán ser distintos los estratos, pero lo que es innegable es que los estratos se comunican entre sí, se apoyan y expresan entre sí, en razón de la absoluta unidad de la persona humana.

El propósito del libro queda así enmarcado en este contexto antropológico integral. Los autores se colocan en el ámbito de la praxis más que en el de la pura ideología. Lo corporal, lo psíquico y lo espiritual aparecen tratados con la misma interdependencia que guardan entre sí en la realidad viva que es el hombre. No puede acallarse ningún nivel de los tres. Los tres gritan sus satisfacciones y sus necesidades. También sus heridas, sus oscuridades. Hay que saber de dónde vienen esos gritos de socorro, que tantas veces disfrazan sus procedencias. Por eso, los profesores Randle y Muñoz Larreta deciden estudiar un punto más particular. En el ámbito de las interrelaciones entre lo espiritual, lo psicológico, y lo corporal, abordan en esta obra el tema del posible, y en muchos casos, real influjo del uso del discernimiento espiritual cristiano en procesos de psicoterapia. Se trata, por lo tanto, de una monografía, dentro de una más amplia propuesta de enfoques posibles.

Porque el fundamento último de la validez de este uso del discernimiento espiritual cristiano se encuentra en que toda terapia, todo proceso de sanación, para ser completo, necesita de alguna manera abordar la cuestión de sentido de la vida y de sentido de la existencia personal del paciente. Lo cual, si puede probarse incluso en el ámbito de las dolencias más cercanas a lo corporal, resulta mucho más fácil de comprobar cuando se trata de dolencias de la psique, tantas veces con manifestaciones corporales, y tantas veces con raíces e implicaciones en el espíritu e incluso en la fe, cualquiera que ella sea.

Sentido de la vida y sentido de la propia existencia. He aquí lo que es más difícil de encontrar en el transcurso de vidas tan fragmentadas y caóticas como muchas veces vivimos. Es menester encontrar un “suelo”, un fundamento, más allá con frecuencia de lo que las técnicas de ayuda psicoterpéutica pueden aportar por sí mismas, mediáticas como son. Sólo en cierto sentido puede afirmarse que el ser humano, para llegar a su pleno desarrollo, haya de consolidarse en la confianza en sí mismo, como base de su existencia. Esa confianza es imprescindible, pero todo depende de lo que el paciente logre encontrar dentro de sí mismo, para apoyarse en ello. Precisamente aquí encuentra su función el discernimiento cristiano. Cada cual podrá investigar dentro de sí, según su cultura, religión, o falta de ella. Lo importante es entrar dentro de sí, entenderse a sí mismo, llegar a poder diferenciar e identificar lo que allá dentro acontece, los impulsos, los deseos últimos, los objetivos lejana y oscuramente pretendidos, las frustraciones a medias confesadas, las ocultas envidias que camuflan tantas veces un ansia de felicidad vivida como exclusivamente utópica, inalcanzable, pero a la vez ansiada, si somos sinceros.

Aquí entra de lleno lo que el discernimiento puede aportar. Nada dice la presente obra acerca de otras posibilidades de sentido que muchos puedan encontrar, por ejemplo en otras religiones o creencias. Ni es ese, sin duda, el objetivo que ella se propone. Simplemente se nos descubre la excelencia del discernimiento cristiano para respaldar y arraigar en lo más íntimo del ser humano la labor del psicoterapeuta. Está pues presupuesto que tanto el paciente como el que le ayuda están abiertos, o incluso buscan, un encuentro con la vida plena, y consigo mismos, en el ámbito de la fe cristiana, o al menos no se oponen a ella.

En el fondo, nuestra fe cristiana nos dice que tanto los Ejercicios espirituales de discernimiento, como los procesos de psicoterapia, siempre que haya sinceridad y apertura, son caminos por los que Dios “Nuestro Creador y Señor”, como le llama Ignacio, lleva adelante en sus hijos su obra creadora. Él es el primero que se responsabiliza de su propia creación. De nuestra parte  necesitamos contar con ello, llegando poco a poco a percibir esa actividad divina, que contra viento y marea puja por sacarnos adelante hacia nuestra plenitud. Nuestra función es colaborar lúcidamente con Él en este empeño, y eso quiere ser el discernimiento espiritual cristiano.

Jesús Corella, S.J.
San Miguel (Buenos Aires), 11 de septiembre de 2004

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INTRODUCCIÓN
 
   Si hay una función urgente y propia para la espiritualidad hoy, diría que es aquella de un “saber orientador”, de una sabiduría de vida y de esperanza, en el contexto de situaciones complejas y ambigüas.
                                                                                                             Bruno Secondin

Ø Nuestro enfoque pretende aportar un enriquecimiento al campo de la ayuda psicológica en general, y particularmente al campo de la psicoterapia, desde lo espiritual, a través del ejercicio de la sabiduría, que es el discernimiento de espíritus.

Habitualmente se oye hablar del aporte de la psicología al campo de la pastoral, y en particular, al de la ayuda espiritual. En este desafío de integrar espiritualidad y psicología, deseamos resaltar que, no sólo es bienvenido ese aporte sino que, la sabiduría espiritual adquirida a través de los siglos, particularmente mediante el “discernimiento de espíritus”, debe venir también en ayuda de la psicología, en especial al campo psicoterapéutico[1].

Este aporte urge porque, como alertara uno de los científicos de mayor renombre: “La perfección en los medios y la confusión en los objetivos, parecen ser características de nuestra época” (Albert Einstein). La psicoterapia no resulta ajena a esta confusión. Al respecto dice Viktor E. Frankl que: “...aquello que importa en la terapia no son las técnicas [los medios], sino más bien las relaciones humanas entre el doctor y su paciente, o el encuentro existencial personal. Un abordaje puramente tecnológico [de los medios] en psicoterapia, puede bloquear sus efectos terapéuticos... Abordar a los seres humanos meramente en términos de técnicas implica manipularlos... la cosificación se ha convertido en el pecado original de la psicoterapia... La psicoterapia es más que una simple técnica, es arte y va más allá de la pura ciencia, es sabiduría...”[2].

¿Es posible que tantos siglos de estudio y conocimiento del alma humana puedan dejarse de lado?[3]; ¿acaso debemos omitir aquella práctica que probó su eficacia, no solo en lo espiritual sino también en lo psicológico, en tantas personas necesitadas de ayuda?. La psicología debe inclinar la cabeza y reconocer con humildad que mucho de su arte y de su ciencia ya era practicada en la antigüedad por hombres notables[4]. Como ejemplo basta mencionar a los Santos Padres que se instalaron en Egipto en los primeros siglos del cristianismo, cuyo movimiento tuvo una influencia innegable en el desarrollo de la espiritualidad, y a los que se ha llamado -y con razón-: “psicólogos del desierto”[5]. Es que el hombre siempre tuvo “psiquis” aún cuando todavía no había “psicólogos” en el sentido actual. Es que tanto ellos, como muchos otros sabios “que en el mundo han sido”, jamás dejaron de lado lo psicológico para incursionar en el interior del hombre –con el fin de ayudarlo-; todo lo contrario, se hicieron avezados conocedores de su mundo interior, comenzando por el propio[6].

La diácrisis o discernimiento de espíritus es una doctrina de origen judío[7], que tuvo un gran desarrollo en el monacato primitivo y que entre los primeros cristianos fue muy valorada. Dice San Pablo a los filipenses: “Ruego que vuestra caridad crezca en conocimiento y en toda discreción para que sepáis discernir lo mejor” (Flp 1,9-10). En el siglo II, Hermas publica un pequeño tratado para distinguir los espíritus según sus efectos en el alma (es el testimonio cristiano más antiguo del discernimiento y se convirtió en vínculo entre la espiritualidad judaica y cristiana). Orígenes trata largamente el tema y establece una serie de pautas para el discernimiento de espíritus[8], que caracteriza al pneumatikós (hombre espiritual). Los criterios para el discernimiento serán, como en la tradición precedente, los efectos que proceden de estos espíritus, como el árbol se conoce por sus frutos[9]. Paz y libertad, por una parte, desasosiego y confusión por otra, son los criterios de los dos espíritus. Con una profunda visión psicológica llegó a ser de gran importancia práctica para el monacato que estaba surgiendo. Las pautas de discernimiento más tradicionales se hallan en la Vita Antonii –de San Atanasio- (escrita en el 357). La diácrisis se conviritó en la verdadera sabiduría del desierto, era el arte por excelencia de toda la vida monástica. Muchos padres y madres del desierto se distinguieron por este don, y por esto se los llamó “diacríticos”[10]. Veamos algunos de los más importantes.

Evagrio Póntico[11], uno de los primeros padres del desierto, realizó una importante contribución a la “psicología” de la lucha de espíritus con sus agudas observaciones sobre la estrategia a seguir en el arte del discernimiento[12]. Hay que discernir los espíritus según el estado psicológico que provocan en el alma (paz interior o desasosiego); hacer de portero y preguntar a cada pensamiento que viene quién es él; pero a veces lo mejor es sencillamente dejar hacer a los pensamientos y, después de un par de días, si el sosiego ha vuelto a instalarse en el alma, reconstruir el curso para aprender de ello y poder luchar con mayor conocimiento.

Los aportes de Diadoco de Fótice[13] constituyen un cierto avance de la doctrina del discernimiento de espíritus. En él la vida espiritual aparece desde el principio hasta el final como una vivencia y habla con frecuencia de experiencia espiritual. El “órgano” de esta experiencia es llamado “sentido”. Así como somos capaces de distinguir con nuestro sentido corporal del gusto lo bueno y lo malo, así también nuestro espíritu puede degustar el consuelo del Espíritu Santo. Pero sólo se obtiene este sentido cuando reina la paz en el alma. Dios es percibido en el “corazón”.

Juan Casiano[14] formuló de un modo propio y original una doctrina espiritual muy completa, incorporando el discernimiento de espíritus. El gran ideal del monje, dirá, es la contemplación, sin embargo el espíritu se ve impedido por pensamientos extraños, cuyo origen no depende de nosotros, pero podemos admitirlos o rechazarlos. La discretio es la madre de todas las virtudes, su guardiana y guía. Sus contemporáneos lo consideraron, junto con San Agustín, una de las lumbreras de la Iglesia de Occidente.

Pero es San Ignacio (1491-1556) -“maestro de los afectos”-, sin lugar a dudas, el que nos ha dejado un legado incomparable en las “Reglas para en alguna manera sentir y conocer las varias mociones que en la anima se causan: las buenas para recibir y las malas para lanzar...” [EE 313-333][15].


En resumen:

El discernimiento de espíritus posee un valor universal que lo hace aplicable a la vida en cualquier circunstancia. ¿Por qué no aplicarlo entonces también en la ayuda psicológica?.

Afirmaba Antonio Gaudí:la originalidad consiste en la vuelta a los orígenes; original es, por lo tanto, aquello que con medios nuevos permite volver a la simplicidad de las soluciones primeras”[16].


Veamos ahora, en forma general, los temas que desarrollaremos en el presente libro.

En la primera parte, destacaremos ante todo el presupuesto experiencial necesario sin el cual no es posible considerar siquiera la aplicación del discernimiento. Luego definiremos los conceptos más importantes que vamos a utilizar para familiarizarnos desde el comienzo con esta terminología, y delimitaremos los objetivos del discernimiento (A). Enunciaremos después algunas razones que fundamentan la aplicación del discernimiento, en lo espiritual y lo psicológico (B); describiremos los niveles y dimensiones de realidad en el hombre, dando algunos ejemplos que nos ayudarán a comprender los mismos y también las diferentes interpretaciones que, de un mismo hecho, pueden realizarse desde el punto de vista corporal, psicológico y espiritual (C). Finalmente, a modo de síntesis, desarrollaremos dos esquemas o gráficos que mostrarán la interrelación entre los tres niveles expuestos y el campo específico o común de cada intervención o tipo de ayuda.

En la segunda parte explicaremos en detalle los pasos necesarios para la aplicación del discernimiento, tanto en el campo espiritual como en el psicológico –aplicables a la vida cotidiana- (D); iremos exponiendo la forma en que cada paso debe llevarse a cabo, por el análisis (primero y segundo paso) y la síntesis (tercer paso). También daremos algunos ejercicios que nos ayudarán a poner en práctica en nuestra vida el ejercicio de la sabiduría o discreción.

En el anexo para psicoterapeutas se profundizan algunos puntos que pueden resultar de mayor interés para psicólogos o psiquiatras, se expone la propuesta del "método diacrítico" en psicoterapia e incluimos algunos casos clínicos para su mejor comprensión. Incorporamos además un apéndice intitulado Tres pasos para la Vida donde, en forma didáctica y con dibujos, se explican los tres pasos para discernir.

Toda la ayuda que podamos brindar a través de esta obra nunca puede sustituir la ayuda que de un padre o madre espiritual o de un psicoterapeuta. Es más, queremos resaltar la importancia de acudir a uno u otro tipo de ayuda, según sea nuestra dificultad en el nivel espiritual o psicológico.

Estamos convencidos, por experiencia, que el discernimiento de espíritus ayuda al hombre a obtener la paz interior, a descubrir el sentido de la vida y avanzar así hacia la madurez psicológica y espiritual.




[1] Para integración entre psicología y espiritualidad, véase Varios, Psicología y Ejercicios Ignacianos, Ediciones Mensajero – Sal Térrae, Colección Manresa, 1ra. edición 1991 y 2da. edición, Bilbao, 1996, que recoge las ponencias del Simposio Internacional de Salamanca (España), septiembre de 1989, cuyo tema central fue “La transformación del yo en la experiencia de los Ejercicios Espirituales”. Por otra parte, el Centro de Psicología Existencial y Logoterapia, bajo la dirección del Lic. Eugenio Pérez Soto, desde una perspectiva frankliana, integra psicología y espiritualidad (se abarcan aspectos filosóficos, médicos, pedagógicos, psicoterapéuticos, psiquiátricos y espirituales). En la integración del counseling pastoral y espiritualidad resulta valioso el aporte del P. Salvador Verón, SJ, Acompañamiento Espiritual (Una Visión Integradora), afirma que "…El counseling pastoral puede contribuir tanto al enriquecimiento de la teoría como de la práctica de la dirección espiritual en la tradición ignaciana”, edición del C.E.I.A., Buenos Aires, 2000, 9.
[2] Fundamentos y aplicaciones de la Logoterapia, San Pablo, Argentina, 2000, 12-14.
[3] “¿Es posible que la Teología Espiritual se presente en la formación de los pastores, desde un punto de vista teórico y no también práctico, con adiestramiento en el discernimiento de casos, con un enfoque integral y énfasis en lo espiritual?” Randle, G., SJ "Una colaboración complementaria de la formación en Teología Espiritual: la Ciencia del Espíritu", Boletín OSLAM-CELAM Nº 42, enero-junio, 44-53 y, con el mismo título, en Revista Pastores (cuadernos para la formación sacerdotal permanente) Nº  27, septiembre 2003, 70-78.
[4]“La vida espiritual cristiana como tal contiene valores preciosos para restablecer el equilibrio psicológico” Mendizábal, Luis M., Dirección Espiritual – Teoría y práctica, B.A.C., Madrid, 2000, 286. Este autor menciona –en cita pág. 286- al protestante H. Schaer, que hace observaciones de gran valor sobre la fuerza psicoterapéutica de los ejercicios espirituales de San Ignacio, en Seelsorge un Psychotherapie (Zurcí-Stuttgart, 1961)
[5] Colombás, García M., El Monacato Primitivo,  B.A.C., Madrid, 1998, 635-636.
[6] La incorporación de principios de sabiduría antigua, ya probados eficazmente en los problemas humanos, no es nueva en psicología. Autores como Albert Ellis reconocen que “Muchos de los principios incorporados a la teoría de la psicoterapia racional emotiva no son nuevos; algunos de ellos de hecho los enunciaron por primera vez los filósofos griegos, estoicos romanos (como Epícteto y Marco Aurelio) y algunos pensadores del antiguo budismo y taoísmo…hace miles de años…” (cfr. Razón y Emoción en Psicoterapia, Desclée de Brouwer –Biblioteca de Psicología-, Bilbao, 1982, 37).
[7] La hallamos ya en los escritos de Qumrâm. Hay un trozo completo dedicado a la doctrina de los “dos espíritus” y de su discernimiento. Cfr. Gunter Switeck, SJ, Discretio Spíritum –Una contribución a la historia de la espiritualidad, Th. Ph. 47, 1972, 36-76.
[8] Orígenes no deja fuera el lado humano de la tentación, y la libertad está bien acentuada: “Es pues claro y demostrable, por muchos indicios, que el alma humana puede padecer múltiples influencias de distintos espíritus, buenos y malos,...siempre que quede al criterio de la libertad y juicio del hombre si quiere o no seguirlos” (ibidem, 4)
[9] De particular importancia para el discernimiento es el criterio de la consolación: “Por eso es posible reconocer, a través de este manifiesto ‘discernimiento’, de qué manera se ve movida el alma por la presencia del buen espíritu: a saber, cuando a través de la consolación presente no padece ni el más mínimo ensombrecimiento del espíritu” (ibidem, 5)
[10] San Antonio afirmaba que la diácrisis es un arte que se puede aprender sin mucho trabajo: “Con la gracia divina es fácil conocer la presencia de los buenos y de los malos espíritus. Porque la visión de los santos no trae consigo perturbación. No gritan, ni hablan alto; no levantan la voz, sino que se produce tan plácida y tranquilamente, que causa en el alma gozo, júbilo y alegría. Con ellos está el Señor, que es nuestro gozo, y el poder de Dios. Y los pensamientos del alma permanecen serenos…Pero las incursiones y fantasías de los malos acaecen con ruidos, rumor, sonidos y clamor, como si fuera un tumulto de jóvenes indisciplinados o de ladrones. De donde nace pavor, turbación, confusión de pensamientos, tristeza,... acedia, abatimiento de ánimo…, temor a la muerte y, finalmente, deseos impuros, pusilanimidad respecto a la virtud y costumbres desordenadas”. (Colombás, G. M., op.cit., 617-618). Para las madres del desierto véase: Swan, Laura, Las Madres del Desierto, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2003.
[11] Nació hacia el año 345 en la ciudad de Ibora, en el Ponto. En el 383 tomó el hábito monástico y se trasladó a Egipto. Murió hacia el 399 (Evagrio Póntico, Obras Espirituales, Biblioteca de Patrística, Editorial Ciudad Nueva, Madrid, 1995)
[12] Gunter Switeck, SJ, Discretio Spíritum. Una contribución a la historia de la espiritualidad, op. cit., 8.
[13] Se sabe poco de su vida. Gran maestro espiritual de la Iglesia de Oriente, vivió en el siglo V (murió antes del año 486) Colombás, G. M., op. cit. 438-439.
[14] Durante 14 años vivió en Egipto al lado de los más famosos eremitas y lo que había oído de los padres lo puso en sus 24 Collationes.
[15] Aunque mencionamos las reglas, en realidad todo el texto de los Ejercicios Espirituales (EE), con sus anotaciones, adiciones, etc.; la Autobiografía; sus numerosas Cartas; el Diario Espiritual; las Constituciones; Directorios de Ejercicios, etc., enriquecen el campo de la psicología. Es interesante hacer notar que los EE en su versión leve, han sido aplicados con mucho fruto a personas de otras religiones e incluso a agnósticos (meditando aquello trascendente al hombre: el sentido de la vida, sin mencionar a Dios en forma explícita). Afirma Ignacio Iglesias, SJ que "la originalidad de Ignacio está en la dinámica que provoca y desata, no le interesa una catequesis moralizadora sino una experiencia, un proceso interiorizador (toma de conciencia), personalizador e integrador, que parte de la observación directa de la propia historia de salvación (examen), enmarcada en la Historia universal de salvación, que Dios va obrando en el mundo, y que va incorporando en discreción de espíritus los movimientos interiores que tal observación va produciendo", cfr. “...se han de aplicar los tales ejercicios (EE. 18) ó la Anotación 18° y la evangelización hoy” en Manresa, vol. 65, 1993, 260.
[16] Cimignoli, Sergio, SF., San Joseph Manyanet, Hijos de la Sagrada Familia, Barcelona, 2004, 10.


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 Comentario sobre el libro realizado en Francia:
El discernimiento como ayuda espiritual y psicológica. Teoría y práctica
NRT 130/3 (2008) p. 646
Recenseur : Clarot
Randle G. sjMuñoz Larreta H.El discernimiento como ayuda espiritual y psicológica. Teoría y práctica, coll. Andamios, Psicología y espiritualidad, Buenos Aires, San Benito, 2005, 23x15, 125 p.. ISBN 987-1177-24-0
Après avoir longtemps tenu la psychologie surtout freudienne en suspicion, puis avoir accepté d'être aidé par elle, voici que la spiritualité vient elle-même enrichir le domaine psychologique et la psychothérapie à partir du discernement spirituel. C'est un psychothérapeute laïc, H. Muñoz Larreta qui a entrepris cette collaboration après lecture et mise en pratique des ouvrages du jésuite G. Randle sur le discernement spirituel. Ce livre résulte de leur collaboration pendant trois années.
 La vie intérieure est expérimentée comme lutte entre des adjuvants et des obstacles à la réalisation du sens final de notre existence. Seule cette expérience permet de parler de discernement spirituel. Vie intérieure dit mouvement, en forme de motions ou «esprits» qui nous portent à prendre des décisions. Il y a là combat contre un ennemi intérieur comme l'explique Gaudium et spes 13, et ce combat ne cessera jamais. Il faut lutter avec l'aide divine pour établir l'unité en nous. C'est ici que joue le discernement tant psychologique que spirituel, expliquent les deux A. On expérimente les pensées et désirs positifs et négatifs qui s'agitent en nous et la difficulté à devenir meilleur. Il faut instituer un discernement dans ce fouillis de pensées et de désirs, puis aboutir à une prise de décision si l'on veut mûrir et progresser. On découvre ainsi en soi-même trois types de pensée, l'un qui naît de nous-mêmes, alors que les deux autres proviennent de l'extérieur, «du bon et du mauvais esprits», écrit saint Ignace.

 La première partie du volume définit les notions de discerner, esprit, motion, goût spirituel, l'objectif du discernement, puis les applique aux discernements psychologique et spirituel. Les A. précisent les trois niveaux de réalité dans l'homme (corporel, psychologique, spirituel) avec leurs dimensions individuelles et sociales, leurs relations croisées et leurs différents critères de discernement. La seconde partie passe à l'application du discernement avec ses trois étapes, pour mieux se connaître et progresser en maturité humaine et dans la vie spirituelle. Le discernement doit mener à la paix intérieure, mais au prix d'une lutte constante.

 Ce livre offre une conjonction réussie entre une tradition spirituelle chrétienne et les apports de la psychologie contemporaine. Il intéresse autant les conseillers spirituels que les psychothérapeutes. - B. Clarot sj

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 OTROS ESCRITOS:

 

“Ata tu carro a una estrella...”

 

 Cuando estamos frente a una enfermedad irreversible, ante una experiencia  desagradable que no podemos evitar, ante la pérdida de un ser querido, ante el sufrimiento de los demás, en cualquier situación límite, lo queramos o no, siempre tomamos una determinada posición o actitud.

¡Tantas veces preferiríamos no tener que decidir! Nos engañamos si creemos que no decidimos, porque no existe no decidirse por nada... Si has elegido no decidir, ya te has decidido de todos modos...

Frente a aquellas circunstancias, muchas veces nos quedamos preguntándole a la vida (¿porqué a mí?), la cuestionamos, la interrogamos, y esperamos pasivamente una respuesta. Sin embargo, tarde o temprano, nos damos cuenta que, como un boomerang, la vida misma nos contesta con otra pregunta (¿qué harás ahora?, ¿cuál será tu actitud?). Ahora es ella misma la que continuamente nos interroga, particularmente en cada situación difícil o dolorosa, y somos nosotros los que tenemos que comenzar a responder con nuestra propia vida. Esto es “ser respuesta”, esto es ser “responsable”...

El hombre no es un “ser para sí” sino “ser con y para los demás”, por eso la vida encuentra su realización plena cuando se entrega con sentido de trascendencia. Estamos llamados entonces a entregar la vida por los demás, realizando de este modo el sentido de nuestra existencia.

“...así como un pequeño fuego se extingue con la tormenta, un gran fuego, en cambio, se intensifica con ella: lo mismo sucede con la fe, que si es débil se debilita ante las prédicas y las catástrofes, mientras que si es una fe fuerte, se ve todavía más fortificada ante ellas...”

Estas palabras de Víctor Frankl (que supo de situaciones límites cuando estuvo prisionero en el campo de concentración de Auschwitz) nos recuerdan a todos aquellos que, ante las tormentas de sus propias vidas, o de las vidas ajenas -que hicieron suyas-, no dejaron que se extinguiera el fuego de la fe, de la esperanza, del amor, cuya fuente es Dios –cualquiera sea la forma en que se lo conciba-, nuestro sentido último, la Trascendencia misma o, si se prefiere, la Vida (con mayúscula).
“Ata tu carro a una estrella” decía el célebre Leonardo Da Vinci. Siguiendo sus consejos, cuando te encuentres en el fango de tus problemas, en las situaciones que te impiden avanzar, cuando te sientas dando vueltas por un frío laberinto, como “arrojado a la existencia” o abandonado a tu suerte..., debes encontrar una motivación trascendente, un sentido más allá de ti mismo, que tirará del “carro” de tu vida.

Puedes quedarte en la pregunta ¿por qué a mí? o comenzar a ser respuesta para los demás...


[Alocución brindada en ocasión de la entrega de los premios "Sentido de la Vida", por parte del Centro de Psicología Existencial y Logoterapia ]

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Buscar y hallar a Dios en todas las cosas

 

 ¡Cuánto suscita en nosotros esta frase: "buscar y hallar a Dios en todas las cosas", temática ahora de nuestro boletín!
Buscar y hallar son dos términos que, en una primera aproximación, parecen muy separados el uno del otro. "Buscar": siempre primero y al comienzo de un proceso. "Hallar": siempre después y al final de un recorrido. Como si fueran dos polos alejados de un mismo camino que imaginamos largo, duro y difícil de transitar. Desearíamos llegar al segundo sin pasar por el primero. San Ignacio coloca ambos términos en la primera anotación: “...buscar y hallar la voluntad divina...” al explicar el sentido de los ejercicios espirituales [EE 1]. San Agustín, en las Confesiones, dedica todo un capítulo a la búsqueda de Dios[1]. En Su Palabra, el Señor ha manifestado claramente que hay que buscar primero su Reino y su justicia (Mt 6, 33).
Pero si existe una distancia enorme entre nuestros caminos y los de Dios, entre nuestros pensamientos y los suyos (Isaías 55, 9), parece ser que, en una mirada más profunda, no existe tanta distancia entre los dos términos aludidos: “buscar y hallar”. ¿Acaso no son dos verbos que en el Verbo están unidos?. Nuestro Señor Jesucristo los ensambló en forma inseparable mediante una afirmación: "Porque les aseguro que el que busca encuentra…buscad y hallaréis" (Lc. 11,9-10). Espacial y temporalmente separados en el hombre, parecen ser, en Dios, simultáneos. Dos caras de una misma moneda. A Dios se lo halla mientras se lo busca y nos invita a buscarlo mientras se deja encontrar. 
Sin embargo, se trata de buscar y hallar a Aquél, que nos buscó primero y que, cuando de buscarlo a Él se trata, suele ser, muchas veces, escurridizo…"¿adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido…" -se queja Fray Juan de la Cruz-. El salmista también se queja: "¿Porqué te quedas lejos, Señor, y te ocultas en los momentos de peligro?” (Salmo 10,1); "¿Hasta cuándo me tendrás olvidado, Señor?¿Eternamente?¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro?…" (Salmo 13,2). 
Y se trata de buscarlo y hallarlo, nada menos que en todas las cosas, punto en el que ha insistido San Ignacio, particularmente en la Contemplación para Alcanzar Amor [EE 230-237] y, con frecuencia, en las Constituciones y Cartas. “Hay que encontrar a Dios en todas las cosas” es una de las frases con las que el P. Nadal –gran conocedor del pensamiento de Ignacio- sintetiza el espíritu activo en la contemplación[2], característica fundamental del peregrino[3] de Loyola. 
Sí, encontrarlo en medio de las maravillas de la creación; en las pequeñas y grandes alegrías de la vida; en los profundos y gratos momentos del amor verdadero, en la calma de una oración silenciosa. Pero ¿qué tal en el dolor?, ¿en la dificultad?, ¿en medio de la crisis?, ¿en las agitaciones de la vida cotidiana?. Allí cuando la barca parece hundirse ¿dónde está Dios?. Se trata de un verdadero desafío: buscar y hallar el rostro de Dios en medio de las pruebas, del sufrimiento, del dolor. En este punto se requiere adoptar una actitud valiosa que el Dr. Viktor E. Frankl identificó como la más elevada del hombre[4]. Allí, al trascenderse, el homo patiens[5] puede descubrir el sentido, y aún más, la Trascendencia misma. Cuando estamos frente a una enfermedad irreversible, ante una situación desagradable que no podemos evitar, ante la pérdida de un ser querido, lo queramos o no, siempre tomamos una determinada posición o actitud. Respondemos, bien o mal, frente al hecho inevitable y doloroso. Si creo que puedo no responder, me engaño, respondo de todos modos frente a lo inexorable de la situación que me interpela. Sí, porque a veces creemos que somos nosotros los que tenemos una pregunta que hacerle a la vida, y esperamos una respuesta. Pero nos sorprende preguntándonos ella y ahora somos nosotros los que tenemos que dar respuesta. 
Si no nos resulta fácil buscar y encontrar a Dios en medio del dolor y las dificultades, no es menos cierto que, muchas veces, estamos ciegos frente a la mirada de Dios y sordos a su grito en lo más pequeño y sencillo, aunque sea bello por sí mismo. El maestro Ignacio de Loyola, sabía descubrirlo en lo pequeño, cuando, observando aquella florcita, musitó: "-si, calla, calla, ya sé que me hablas de Dios.". Un gesto, una mirada, un silencio, una sonrisa, pueden ser el rostro de Dios escondido: "…tu rostro busco Señor, no me ocultes tu rostro.." (Salmo 27,8). Recuerdo el caso de una paciente, que concurrió a consulta, luego de un intento de suicidio, y que el único momento grato que pudo rescatar de su pasado con relación a su padre, fue cuando éste, un día de frío y antes de cruzar la calle, al advertir las manos frías de su pequeña hija,  la tomó de sus manos y le dio calor con las suyas. Este gesto, pequeño y grande, no sólo le sirvió más tarde para reconciliarse con su progenitor, sin también para abrirse a una relación con Dios Padre.
"Nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti", exclama el obispo de Hipona[6]. Un corazón inquieto como el de San Ignacio, como podemos apreciar en la Autobiografía y en el Diario Espiritual, pues toda su vida ha sido de una continua búsqueda de Dios, es también, justamente por ello, un corazón que experimenta el encuentro con Él.

“¿Y dónde estaba yo cuando te buscaba? -podemos preguntarnos con San Agustín- Tú estabas, ciertamente, delante de mí, mas yo me había apartado de mí mismo y no me encontraba. ¿Cuánto menos a ti?.”[7]…“Ciertamente, alabarán al Señor los que lo buscan (Sal 21,21) porque los que lo buscan los hallan y los que lo hallan lo alabarán”[8].
Lo hallaré mientras Lo busque y en mi búsqueda Lo encontraré. 
¿Porqué lo pierdo? ¿Porqué no lo hallo? ¿Será que no lo busco…?



Lic. Horacio Muñoz Larreta

[1] Libro I, Cap. 18.
[2] P. Miguel A. Fiorito, sj ,Buscar y Hallar la Voluntad de Dios, Paulinas, Buenos Aires, 2000, pág. 903-907.
[3] Como se llamó a sí mismo San Ignacio (Cfr.Autobiografía, Mensajero - Sal Terrae, 3ª edic., Bilbao, 1998), término que implica movimiento y expresa su ser activo, su búsqueda continua de Dios en medio de la vida.
[4] El Hombre Doliente, Herder, Barcelona, 2000, pág. 254. V. Frankl  es el fundador de la Tercera Escuela de Viena de Psicología, llamada “Logoterapia” (Logos: sentido. Terapia a través del sentido de la vida).
[5] "Hombre doliente o sufriente", Cfr. V.E. Frakl, op. cit.
[6] Confesiones, Libro I, Cap. 1.1,
[7] Confesiones, Libro V, Cap. 2, 2.
[8] Confesiones, Libro I, Cap. 1, 1.


Publicado en el Boletín de Espiritualidad del CEIA
(Centro de Espiritualidad Ignaciana de Argentina) 

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VIVIR EN CRISIS

Artículo publicado en la revista OASIS de Santa Catalina

 


Transcripción para su mejor lectura

¿Cómo vivir en un mundo en crisis?, ¿cómo no confundirse ante tanto desconcierto? ¿Cómo atravesar la crisis de fe, de sentido y de valores y tener optimismo frente a la incertidumbre por los acontecimientos bélicos o la debacle financiera internacional?, ¿cómo sostener la esperanza, en lo que toca a nuestro país, en medio de los graves problemas por los que atraviesa?

Juan Pablo II, que condujo la barca de la Iglesia hasta el umbral del tercer milenio, comenzó su pontificado pronunciando en la plaza de San Pedro las alentadoras palabras “¡No tengan miedo!”. Tiempo después agregaría: “¡No tengan miedo de lo que ustedes mismos han creado, no tengan miedo tampoco de todo lo que el hombre ha producido, y que está convirtiéndose cada día más en un peligro para él! En fin, ¡no tengan miedo de ustedes mismos!.. El poder de la Cruz de Cristo y de su Resurrección es más grande que todo el mal del que el hombre podría y debería tener miedo...”

La crisis es el punto de viraje en el que las cosas mejoran o empeoran, y es un proceso fundamental para lograr el cambio. En verdad, como dice el psicólogo Frank Pittman, no es posible lograr ningún cambio sin crisis. De la palabra “crisis” (Krísis, juicio, separación) deriva también “criba”, limpieza. Pues bien, la PASCUA es la CRISIS del mundo, separa la luz de las tiniebla y da vida a lo que estaba muerto, como dice San Juan de la Cruz: “....matando, muerte en vida la has trocado...”

Curiosamente, en idioma chino, la palabra “crisis” se escribe con dos caracteres: Wēi = 危 que significa “peligro” y Jī = 机 , que significa “oportunidad”. En toda crisis hay oportunidad y peligro. Por esto es tiempo de discernir, de separar el trigo de la paja. Es tiempo de elegir, de tomar decisiones. Sólo así, en medio de la crisis, podemos alejar el peligro y acercar la “oportunidad”.

La agitación, el hiperactivismo, el desorden y la perturbación nos quitan la paz, que no implica ausencia de conflicto pues no es paz de cementerio, sino fruto del Espíritu (Gálatas 5, 21). La fe invita entonces a vivir las situaciones adversas del mundo y de la vida no como amenazas sino como desafíos, como oportunidades, no obstante los peligros.

Frankl afirmaba: “así como un pequeño fuego se extingue con la tormenta, un gran fuego, en cambio, se intensifica con ella: lo mismo sucede con la fe, que si es débil se debilita ante las prédicas y las catástrofes, mientras que si es una fe fuerte, se ve todavía más fortificada ante ellas...” Frente a aquellas “catástrofes” muchas veces le preguntamos a la vida ¿porqué?, la cuestionamos, y esperamos pasivamente una respuesta. Sin embargo, tarde o temprano, como un boomerang, la vida nos interroga a nosotros: ¿qué harás tú ahora?, ¿cuál será tu actitud?, ¿por dónde vas a caminar?, ¿cuál es tu elección? Somos nosotros los que tenemos responder con nuestra propia vida. Esto es “ser respuesta”, esto es ser “responsable”. Podemos quedarnos en la pregunta ¿por qué a mí? o comenzar a ser respuesta para los demás. El hombre no es un “ser para sí” sino “ser con y para los demás”, por eso la vida encuentra su realización plena cuando se entrega con sentido de trascendencia. “Todo puede ser hurtado del ser humano menos una cosa: su libertad para escoger una actitud frente a cada circunstancia...” (V. Frankl).

“Ata tu carro a una estrella” decía el célebre Leonardo Da Vinci. Cuando te encuentres en el fango de tus problemas, en las situaciones que te impiden avanzar, cuando te sientas dando vueltas por un frío laberinto, abandonado a tu suerte, debes buscar una motivación trascendente, un sentido más allá de ti mismo, que tirará del “carro” de tu vida.

Hemos atravesado el umbral del tercer milenio y resuenan con más vigor aquellas palabras proféticas de Juan Pablo II: “¡No tengan miedo!... El poder de la Cruz de Cristo y de su Resurrección es más grande que todo el mal del que el hombre podría y debería tener miedo...”



“Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” 
(Mt. 28, 20)

Lic. Horacio Muñoz Larreta


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Esa pequeña piedrita en el zapato...

No siempre son las grandes piedras del camino las que nos impiden avanzar; para ellas, más esporádicas y aisladas, solemos detener la marcha para enfocar nuestro mayor esfuerzo a fin de quitarlas del medio. O tenemos, tal vez, la posibilidad de encontrar una ayuda oportuna y solidaria para correrlas del camino de la vida. Después de todo hay más gente dispuesta a colaborar cuando la piedra es más grande.
Sin embargo, a menudo, es una pequeña piedrita, esa que se mete en nuestro zapato, la que, a la larga, no nos permite seguir caminando. Esa piedrita que dejamos ahí porque estamos habituados, porque todos los días está con nosotros, aquella respecto de la cual no encontramos fácilmente ayuda porque todos saben que es pequeña y que podemos quitárnosla solos...
Esa piedrita, si la dejamos allí, en poco tiempo nos dañará de tal manera que no habrá forma de seguir caminando.
Cada uno que busque en su propio zapato para encontrar ese pensamiento, ese hábito, esa mala costumbre y que sacuda fuertemente, tal vez era eso lo que me hacía llegar a la noche más cansado y desanimado. 
¿Cuál es la “piedrita” que aún no te quitaste de la vida?

Lic. Horacio Muñoz Larreta
[publicado en la revista digital del ICCAP, Instituto de Ciencias Cognitivas Aplicadas]

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NIVELES DEL DIÁLOGO CONYUGAL

I)  ACTIVIDADES: consiste en comunicarse lo acontecido durante el día, hechos, acontecimientos, situaciones vividas (nivel de lo fáctico). Es el "parte diario". No por ser el primer nivel es menos importante. Muchas parejas tienen dificultades aquí porque desconocen qué está haciendo su cónyugue, no ya en el extremo de la infidelidad sino en las actividades más comunes de la vida cotidiana, y se viene un conflicto cuando se enteran por un amigo o amiga (o por un conocido) que a su cónyugue le paso algo que el otro no lo había.

II)    IDEAS: aquí se comunica lo que se piensa sobre tal o cual cosa. Sobre lo sucedido en el plano fáctico. En sentido amplio todos los temas de opinión: la educación de los hijos, la forma en que se llevan las finanzas en el hogar, la economía en general, la política, etc. A veces sucede que el cónyugue cambió de opinión en ciertos temas (era de River y se hizo de Boca; era peronista y se hizo radical; y mucho más en otras cosas relativas a la familia) y el otro no estaba enterado.

III)   SENTIMIENTOS: es un nivel muy profundo. El diálogo de afectos es al matrimonio lo que la sangre es al organismo, si falta el tejido matrimonial se "necrosa", muere. Este nivel no es sólo verbal, sino también gestual. La plenitud en el diálogo sexual es fruto de un diálogo de afectos rico y profundo, y es el "broche de oro" del diálogo en general. Este nivel no puede darse en su plenitud si no está el contexto del vínculo en general y si no se ejercitan los otros niveles.

IV)    SENTIDO DE LA VIDA: es el nivel de la trascendencia, de los valores y del sentido de la vida. ¿Hacia dónde se encamina el matrimonio? ¿Qué valores se quieren preservar? También el de los proyectos compartidos. El de la fecundidad en sentido amplio ("ser matrimonio para los demás").

Lic. Horacio Muñoz Larreta

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PROFUNDIZANDO EN EL DIÁLOGO …


En esta época, designada como la “era de las comunicaciones” (¿o habrá que decir mejor “de las conexiones”?), donde tenemos la facilidad de apretar un botón y enviar mensajes –en forma instantánea- a distintos lugares y personas de nuestro hogar planetario, resulta sin embargo paradójico que nos encontremos en un tiempo de “analfabetismo emocional” (como dijera el psiquiatra español Enrique Rojas). Es que en realidad estamos más “conectados” que verdaderamente “comunicados”…
Aunque en esta oportunidad focalicemos el tema del diálogo en la pareja, es saludable que podamos profundizarlo con todas aquellas personas significativas de nuestra vida: la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, etc.
            ¿Desea crecer en comunicación con su pareja? Practique estos tres niveles de diálogo y fortalezca el vínculo. Veamos...

El primer nivel consiste en comunicarse mutuamente lo sucedido durante el día: hechos, acontecimientos o situaciones vividas, es decir, se trata del consabido "parte diario". No debe restarse importancia a este nivel sólo porque sea el primero. Justamente constituye una buena “pista de despegue” para elevarse a otros niveles de comunicación. Por otra parte, muchas parejas tienen ya dificultades en este nivel, por el hecho de no contarse lo vivido y, como consecuencia, desconocen qué cosas le han pasado a su “media naranja” durante el día, o durante la última semana (podríamos extender el tiempo a un mes sin riesgo a exagerar…). A veces, esta triste ignorancia sobre la vida del otro, comprende las actividades más comunes de la vida cotidiana, que son fundamentales en este nivel, pues de eso se trata, de compartir lo cotidiano con el “compañero/a” (del latin cum compartir y panis pan), es decir, con quien se comparte el pan de la vida. Y ese desconocimiento otras veces también se extiende a los aspectos más importantes de la vida del compañero. Entonces allí se viene un conflicto, cuando se entera –él o ella- por un amigo o amiga (o peor aún por un apenas conocido) que a su compañero le pasó algo el otro día, que tantos se enteraron... ¡y ella no lo sabía!.

El segundo nivel se basa en el diálogo de pensamientos o ideas, aquí se comunica lo que se piensa sobre tal o cual cosa, las creencias o convicciones sobre lo que acontece en la vida, sobre lo sucedido en el plano de los hechos. En sentido amplio todos los temas de opinión, sean cercanos y específicos o más generales: la educación de los hijos, la forma en que se llevan las finanzas en el hogar, la economía en general, la política (¡sí, también la política!). A veces sucede que el “medio naranjo” cambió de opinión en ciertos temas: era de River y resulta que se hizo de Boca, que no tiene nada de malo, salvo el hecho de que no lo contara (y alguno dirá que por algo no lo contó....); y en otras tantas cosas relativas a la vida cotidiana, que le gustaba esta comida o tal música y ahora no, etc. ¡y el otro ni siquiera estaba enterado!.

            El tercer nivel se refiere a la comunicación de sentimientos, afectos o emociones, sean agradables o no. Es por cierto un nivel muy profundo. El diálogo de afectos es al vínculo lo que la sangre es al organismo, si falta, si está ausente, el tejido vincular se "necrosa", se muere. Este nivel no es sólo verbal, sino también gestual. Desde las caricias verbales donde hay un reconocimiento del otro como importante para mi, caricias que apuntan al “ser”: -¡qué bueno que existas!, -¡sos importante para mi!; o en el mismo sentido las gestuales: un abrazo, un beso, tomarse las manos; hasta aquellas caricias que apuntan  al hacer: -¡qué bien te queda ese corte de pelo!. Pero tampoco hay que olvidar que el diálogo de afectos involucra también a aquellos sentimientos que duelen. Es decir, hacer saber al otro que uno está triste por este motivo, que está molesto, enojado o con bronca por aquél otro. No siempre referidos a la pareja, pero si el fastidio involucra al compañero, saber comunicar sin agresividad lo que me duele del otro no es fácil, pero es posible. Hay que ponerse primero en su lugar, en sus zapatos o, más bien, en su corazón. Y no hay que olvidarse de comunicar también los gestos, palabras, comportamientos, actitudes del otro que “me sanan”, me alegran, me dan vida. Por desgracia muchas parejas ejercitan este nivel sólo en los sentimientos que duelen del otro, y además lo hacen agresivamente, sin captar que mis palabras o mis gestos (¡a veces sólo una expresión del rostro!) son una espada filosa. La plenitud en el diálogo sexual es fruto de un diálogo de afectos rico y profundo, y debiera ser el "broche de oro" del diálogo en general. Este nivel no puede darse en su plenitud si no hay un buen contexto del vínculo en general y si no se ejercitan los otros niveles. 
       Ahora bien, comúnmente durante el diálogo se va pasando de uno a otro nivel casi imperceptiblemente, como un fluir constante que toca diferentes aspectos cada vez. Si bien es importante hacer espacios para llegar al nivel de los afectos, no hay que forzarlo. Es como aprender a respirar en forma profunda, tiene que ser suave y cómodamente, o corre el riesgo de abandonarse. Tiene también sus ritmos.

            Un ejemplo: Pedro llega a la casa, con rostro preocupado y triste. Ana, su mujer, le pregunta qué le pasó (primer nivel) y le cuenta que se peleó con su jefe, que le dijo esto o aquello, que él le contestó de esta o aquella manera, etc. (seguimos en el primer nivel). Pedro le dice que está preocupado, algo angustiado (pasó al tercer nivel), ella lo abraza (tercer nivel). Ana le pregunta qué piensa hacer (segundo nivel). Pedro le cuenta que sería conveniente esto o aquello (segundo nivel). Luego de desahogarse un rato, Pedro se siente mejor y Ana le pregunta: -“¿cómo te sentís ahora?” (tercer nivel)... y podríamos seguir fluyendo por los diferentes niveles. 
Lo mejor es comenzar a ejercitarlo, es un aprendizaje y requiere también de perseverancia y paciencia (paz-ciencia) –que es la ciencia de la paz-. 
¡Adelante!


Lic. Horacio Muñoz Larreta
[Publicado en la reivsta digital del ICCAP]


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PRÓLOGO PARA EL LIBRO:

EXISTENCIA HUMANA Y MISTERIO DE DIOS

del Prof. Gabriel Zanotti

“La perfección en los medios y la confusión en los objetivos, parecen ser una de las características de nuestra época”  (Albert Einstein)

Sólo nos basta con levantar la vista y observar el horizonte de nuestra pequeña tierra, para darnos cuenta que, ingresada la humanidad en el siglo XXI, con sus “super-tecnológicos” y perfeccionados medios de comunicación (¿o habría que decir “medios de conexión”?), todavía continúa siendo una de sus características “la confusión en los objetivos” (o fines) como afirmaba el conocido científico. Cada época tiene sus propias neurosis y cada tiempo necesita su propia psicoterapia (V.E. Frankl). Dada la desorientación reinante, la carencia de afectos, la inmensa soledad que experimentan a diario hombres y mujeres, la anomia de valores y la ruptura con la tradición (hemos olvidado a los abuelos), ¿cómo no ver entonces en la falta de sentido de la vida y en el vacío existencial, las causas de algunas importantes enfermedades de nuestra época? Según la OMS 340.000 millones de personas en el mundo padecen depresión; 850.000 se quitan la vida cada año a causa de ella; una persona de cada cuatro sufre un episodio depresivo en algún momento de su vida; sólo un 25 % tiene acceso a un tratamiento efectivo y para el año 2020 se prevé que la depresión ocupará el segundo lugar de carga de enfermedad, después de las cardiopatías, para todas las edades y para ambos sexos. Hoy se la reconoce como la “enfermedad del siglo”... No queremos decir con esto que toda depresión sea originada en un conflicto espiritual-existencial (“noógena” según Frankl), pero constatamos, de hecho, una falta de sentido de la vida y una desesperanza que resultan medular en este trastorno (Abramson, Metalsy y Alloy)

Es decir, la experiencia de vacío existencial no es patológica en sí misma (no es una enfermedad), pero puede ser patogénica (capaz de provocar una enfermedad).

¿Cómo no valorar entonces este libro de Gabriel Zanotti en el contexto de esta globalización de la desorientación y de la falta de sentido? ¿Cómo no sentir un aire fresco de esperanza frente a tanta desesperación humana? Porque si cada tiempo necesita su propia psicoterapia, no es menos cierto que cada época necesita su propia reflexión, su propia filosofía. En esto Zanotti es original, quiero decir, en el sentido en que lo afirmaba Antonio Gaudí: “la originalidad consiste en la vuelta a los orígenes; original es, por lo tanto, aquello que con medios nuevos permite volver a la simplicidad de las soluciones primeras”.

Todavía no le pregunté a nuestro estimado autor porqué eligió un psicólogo para su prólogo –no será para que rime..., ¿o tal vez sí?-. Si fuera así, espero rimar entonces frente a un texto profundo, que nada tiene que envidiar a la psicología “profunda”, y que sería más digno de designar –parafraseando otra vez a Frankl- como de “filosofía de altura”, aunque afortunadamente (para bien de nuestras neuronas) el autor comienza realizando un vuelo rasante para poder seguirlo después a mayor altura, en una lectura siempre amena, nunca ausente de humor (ingenioso pero no ingenuo, al estilo Woody Allen), y esto es algo a lo que, nuestro querido filósofo, Gabriel Zanotti, nos tiene acostumbrados.

Desde el principio el autor comienza disparando al centro del conflicto de nuestra humana existencia: “el olvido del yo” y “la situación límite inevitable”. Es cierto, debemos reconocer con franqueza que habitualmente vivimos en ese olvido del yo, es decir, fuera de nosotros mismos, de “nuestro centro” y, como dice Unamuno, “poseídos” (porque cuando no somos dueños de nosotros mismos, las demás cosas, especialmente las materiales, “nos poseen”...). La olvidada templanza, ser “dueño de sí”, es uno de los frutos del Espíritu Santo (Gal. 5,22). Fruto bastante ausente de nuestra alienada vida. Este es el riesgo, no estar en el centro, quedarse en la superficie del yo. Y es también nuestro primer olvido, el “olvido de nuestro ser”. Pero no solo olvidamos nuestro yo, sino también el hecho de la transitoriedad de su existencia, de la situación límite inevitable: la muerte.

En psicología sabemos, lo hemos comprobado en el tratamiento de las fobias, que lo que se evita, se instala... y, el miedo a la muerte, nos lleva a buscar el olvido de ella. Sin embargo, como dice Irvin D. Yalom, por más que se intente evitar (el tema de la muerte) “...se filtra permanentemente por debajo de la superficie, nos obsesiona a lo largo de toda la vida y erigimos defensas... Pero no podemos quitárnosla de la mente. Se derrama sobre nuestras fantasías y nuestros sueños...”. Por ello aconseja enfrentarla, porque ella ocupa un lugar central en nuestra existencia. En el mismo sentido lo dice Zanotti: “Sí, hay diversas situaciones límite... pero hay una que nos rodea, que nos persigue, y cuanto más tratamos de evitarla, más y más la tapamos con toneladas del hacer. Esa situación límite es la muerte” y luego nos muestra que el sentido de la vida está inevitablemente ligado a su límite...“oculto en la caminata por la superficie de nuestro yo”. Es necesario entonces detenerse un instante... “.para pasar de la razón calculante a la razón contemplativa...”. Probablemente sólo así pudo afirmar el gran místico y contemplativo San Juan de la Cruz, en la “canción que canta el alma en la íntima unión con Dios, su Esposo amado”: “...matando, muerte en vida la has trocado...” (Llama de Amor Viva).

Resulta más que interesante el punto de vista de nuestro autor, cuando avanza sobre el tema de la “vocación”, item esencial en el camino hacia el sentido de la vida. Nuestra vocación individual es un “des-cubrimiento”, “no es una cuestión de lo que quiero ser sino de ... quien soy. La elección viene luego, como un acto de fidelidad o no, a nuestra esencia individual...”. De esto se deduce que no es necesario inventarse una vocación, se trata entonces de des-cubrirla. Aliquo modo, no debemos inventarnos un sentido para la vida, él está, hay que “des-cubrirlo”. Por eso vocación (vocare) es movimiento, como un río que fluye de la montaña hacia el mar, que encontrará en su camino varios obstáculos, saltará una roca, bordeará un árbol, pero su meta es, y será siempre, llegar al mar...

Pero no sólo somos llamados (ni somos llamados sólos...), sino con-vocados, de allí el necesario “re-conomiento de sí mismo en el rostro del otro” (Zanotti), pues quien me ama me “des-cubre”. Y en esta comunicación (que no es igual a estar conectado) resulta de fundamental importancia la mirada del el otro (amado) que me muestra en espejo quien soy. Se trata por tanto de “comuinic-Arte” (G. Brites de Vila), pues comunicarse es un “arte” -nada sencillo, pero factible de aprender y desarrollar-. Y es, más que nada, necesario en un mundo donde –como lo han afirmado algunos autores- reina el “analfabetismo sentimental” (E. Rojas), pues los seres humanos, emocionalmente hablando, estamos poco menos que en la prehistoria (según Ferran Salmurri, y con perdón de nuestros antepasados...). En suma, se trata de encontrar, a través de la mirada comunicante del otro, quien soy y cuál es mi sentido como “misión”.

Pero Zanotti no se detiene aquí. Invitándonos a ingresar en la segunda parte de esta experiencia contemplativa a la que nos va conduciendo, advertimos que en realidad se trata de algo más profundo aún, de encontrarnos con el que Es y se nos re-vela como nuestra “vocación universal”, nuestro “sentido último”: Dios, a quien no podemos terminar de comprender “sin anhelarlo afectivamente...”.

Sí, es necesario anhelar a Dios y buscarlo, con esa intensidad del que ama, como aquél que ha dicho -y aquí otra vez fray Juan- “¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido...?” (Cántico Espiritual). Pero a no desesperar... “los brazos de Dios (están) sosteniéndote” -dice ahora Zanotti-. Este significado nos remite al amén del Pueblo de Dios (no debe ser traducido como “así sea”) que, en su imagen más bella y profunda, simboliza el niño en brazos de su madre, y en otra no tan tierna pero firme: los cimientos de un edificio. Ciertamente Él nos “soporta”, no en el sentido de tolerarnos con disgusto, sino en el de ser “soporte”, sostén fundamental de nuestra existencia. Nos “soporta” y, además, nos “crea” y nos “salva” constantemente (P. Florin Callerand).

Meditando con maestría sobre textos del doctor angélico, citando a Teresa de Ávila, a Juan de la Cruz, a Edith Stein, mientras se desposan fe y razón en palabras llenas de sentido, Zanotti nos va conduciendo por ese río, a veces turbulento, a veces calmo, pero siempre en continuo fluir hacia Aquél que es el “hogar más profundo”...

No quiero entretenerlos más, tienen en sus manos un texto lleno de sabiduría. Espero que  puedan disfrutar y degustar este nuevo libro de nuestro estimado Gabriel. Es para saborearlo desde el comienzo, con el corazón, ya que “no el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar las cosas internamente...” (San Ignacio de Loyola).

Lic. Horacio Muñoz Larreta
Febrero de 2008.

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ARTÍCULO PARA LA REVISTA DE MARU BOTANA


¿Qué hacer cuando en una pareja uno de los dos quiere tener más hijos y el otro no?

Está claro que la venida de un hijo, si hablamos de una pareja, no debiera ser nunca la decisión de uno solo. Esto implica por una parte el consentimiento mutuo, pero además la disposición interior, libre y responsable de cada miembro de la pareja y de ambos para recibir esa nueva vida en el seno familiar. Cuando el deseo de tener un hijo es un proyecto individual y pretende imponerse al otro, es una fuente seria de conflictos. 

¿Qué se puede hacer? 

Dialogar, sugerir o conquistar al otro para el proyecto de un nuevo hijo, pero no imponer. En última instancia, se puede intentar “convencer”, pero nunca “vencer”. En pareja sana no hay un vencedor y otro vencido, los dos ganan o los dos pierden.


¿Esto puede ser causal de divorcio?

Muchas veces lo es. Es una causal bastante frecuente, por cierto hablo en términos psicológicos y no en términos legales. Recientemente me consultó un joven porque su pareja le recriminaba su falta de amor porque no la quería “hacer madre”, ella deseaba tener un hijo y él estaba muy atormentado con la idea. No se tiene un hijo con la finalidad de “hacer madre o padre al otro”. ¿Qué lugar ocuparía ese hijo?...


¿Hay un momento ideal para tener un nuevo hijo? (cuál es ese momento tanto en cuanto a la edad o edades de los hijos anteriores como en cuanto al momento de la pareja)

No es fácil establecer un parámetro o criterio general al respecto, sobre todo porque nunca uno se siente demasiado preparado para la paternidad-maternidad. Muchas parejas postergan la decisión de tener un hijo para encontrar el “momento ideal” que nunca llega... Es importante que haya generosidad en ambos. Sólo pueden responder juntos a este deseo. Si bien no es lo mismo ser primerizo/a en la juventud, que serlo cuando se tiene algo de juventud acumulada…, estos son criterios muy generales y la vida singular de cada pareja siempre nos sorprende. 


¿Es un tema que debería charlarse antes de tener familia? (al principio de la relación?)

Sí, como dije anteriormente, es fundamental que se charle este tema muy especialmente. Pero si bien no debe improvisarse, en caso que un hijo nos sorprendiera con su venida, que no nos asuste, nadie nace sabiendo ser padre/madre, se aprende con ellos, se aprende con los hijos, con alegría y también con dolor.


¿Cuando se plantean estos temas siempre hay uno que, finalmente, tiene que ceder su posición. Qué consejos da para que el que cede no se quede con resentimiento y esto repercuta a futuro?

La aceptación, el ceder con libertad en la relación no debe verse como una pérdida, sino como una ganancia de ambos. Ceder con amor, aceptar ser conquistado, tanto en éste como en otros temas, es un signo de madurez en la relación y potencia el vínculo. 


¿Qué consejos da para acercar posiciones?

Dar consejos no es mi estilo, sólo propondría el diálogo, no sólo en el ámbito de las ideas o pareceres, sino sobre todo en el nivel del afecto y en el del sentido o proyecto común.


¿Se les debe consultar a los hijos por la llegada de un nuevo hermano? Si es que sí, cuándo y cómo se les debe hablar?

Es conveniente hablar con los hijos de la llegada de un nuevo hermano, pero tanto como “consultarles” no creo. Es una decisión de paternidad/maternidad responsable, no podemos dejar la decisión en manos de los hijos, es cargarlos con un peso o responsabilidad que no les corresponde llevar. Resulta importante sostener diferentes charlas antes, durante y después del embarazo, adecuándose a la edad de los otros hijos, estando atentos a sus sentimientos para que la experiencia familiar de la llegada de un nuevo hijo sea vivida con alegría.


¿Es aconsejable tener más de un hijo? Por qué?

Es aconsejable amar a los hijos… cada uno es único e irrepetible. No se reparte el amor entre dos o más hijos, no es que se le quita a uno para dar al otro. Fuera de esto, no hay una pauta que nos diga que es mejor tener varios que uno, o uno que varios…


¿Cuándo es momento de decir basta de hijos?

Ese es un momento que no debiera dejarse al azar. Es tan importante como la decisión de comenzar a tenerlos. Vale lo que dijimos al comienzo en cuanto a la decisión tomada de a dos, la libertad y la responsabilidad. También las pautas las vamos descubriendo con los otros hijos, al acompañarlos en cada una de sus etapas.



Entrevista al Lic. Horacio Muñoz Larreta

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MENTES EN JAQUE

Novela de Juan Manuel Bulacio

Alocución con motivo de la presentación del libro
 

En la actualidad la novela se ha convertido en el principal género literario. La mayoría de los lectores se inclinan por este tipo de relato, razón por la cual se ve favorecido por un importante mercado editorial. Basta con observar que en los concursos para este género se destinan los mejores premios en busca de autores nóveles.

Pero escribir una novela no es cosa sencilla, todo lo contrario, resulta bastante complicado en una materia donde mantener viva la atención del lector es la piedra filosofal de su éxito o, de lo contrario, puede significar su sepultura...  ¡todo un desafío!
Y si de desafíos se trata.... el autor de Mentes en Jaque no se queda atrás...  En esta, su tercera novela, pone otra vez de relieve su creatividad y a la vez el conocimiento que posee del alma humana, de los conflictos personales, sociales y hasta políticos en que, casi cotidianamente, suelen verse envueltos los hombres y mujeres de nuestra época. 

Este conocimiento, no sólo lo posee el autor por ser psiquiatra de profesión, sino por tratarse, sin lugar a dudas, de un agudo observador de la vida humana.

Bajo el nombre de novela de observación suele agruparse a las novelas caracterizadas por el análisis u observación de distintos aspectos de la vida humana. Dentro de estos tipos se encuentra la novela psicológica que describe los conflictos psicológicos o espirituales. Así, las luchas interiores, las actitudes, pensamientos y sentimientos encontrados de los personajes pueden observarse siguiendo el hilo de sus monólogos (soliloquios), o de sus textos –diarios íntimos, cartas, hoy tendríamos que decir mensajes de texto o mails, etc. –, o simplemente a través de los diálogos.

Por este motivo, en Mentes en Jaque, no le pase por alto al lector la caracterización psicológica de los personajes, que se despliega a medida que se desarrolla el conflicto en que se ven inmersos los cuatro protagonistas, nudo de la presente novela.

Pero -y pongo énfasis en esto- tampoco pase por alto al lector las palabras de un quinto protagonista, cuyo nombre no diré, que será fácilmente advertido por quienes han seguido las anteriores novelas de Juan Manuel. Este personaje, que pareciera estar discretamente oculto en un segundo plano, va paulatinamente emergiendo durante el relato, interviene en forma significativa en el desenlace y de manera sustancial en el epílogo. Préstesele aguda atención ya que, implícitamente, expresa la cosmovisión del autor.

Pero hay algo más que quisiera resaltar. Para Jean-Paul Sartre, el novelista usa palabras para producir cambios en la sociedad. La novela debe ocuparse de la vida del hombre cargado de problemas, que busca valores esenciales donde asirse para solucionarlos. La novela realista sigue así una función social.

Así pues, esta novela de Bulacio, que pincela reflejos del alma humana con sus claroscuros, nos invita también a una reflexión  respecto de nuestro quehacer cotidiano, en el ámbito y en el puesto en que a cada uno nos toque desplegar la desafiante y preciosa tarea de encontrar el sentido de la vida. Aún cuando muchas veces hallemos que dichas vicisitudes colocan a nuestra mente en jaque...   

Horacio Muñoz Larreta

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LOGOTERAPIA Y EJERCICIOS IGNACIANOS

 1)      El discernimiento en psicoterapia

 Desde hace un buen tiempo muchos psicólogos, psiquiatras, sacerdotes, teólogos, etc., en congresos internacionales, vienen exponiendo trabajos donde relacionan la psicología con los Ejercicios Espirituales de San Ignacio o, más ampliamente, las ciencias humanas y las ciencias religiosas, desde diferentes escuelas.

En el año 1989 se celebró en Salamanca (España) un simposio que trató de "la transformación del Yo en la experiencia de Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola". Con este tema se pretendía era enriquecer y de alguna manera estructurar más científicamente las relaciones que muy espontáneamente se producen entre el hecho de dar o hacer Ejercicios Espirituales ignacianos y las transformaciones de la personalidad.  En el fondo se buscaba un fecundo encuentro entre las ciencias antropológicas modernas y la mejor comprensión de la vida en el espíritu iluminado por la fe cristiana, como un proceso de transformación progresiva hacia la persona de Jesús, el Resucitado[1].

A su vez

Creo que es un desafío interesante, lo es para mí, vincular dos puntos bien concretos: la diácrisis o discernimiento de espíritus y la psicoterapia. Todo ello con un único objetivo: ayudar, desde el ámbito psicoterapéutico, al hombre que sufre, sin pretender agotar esa ayuda -dado lo limitado de la ciencia que practico-, pero convencido del enorme valor que posee, pues es ciencia que sana y fortalece, libera e ilumina, despierta a la paz interior y conduce a la sabiduría, ayudando al hombre a encontrar el sentido de su existencia hasta el umbral mismo de la vida espiritual.

En las páginas anteriores hemos expuesto la utilización del discernimiento de espíritus como ayuda para la vida espiritual y como ayuda psicológica. Aquí queremos exponer, sin pretender agotar todas sus posibilidades y en forma sucinta, la aplicación de dicho discernimiento al campo específico de la psicoterapia.

En realidad, toda psicoterapia, cualquiera que sea su fundamento teórico, cuando ha obtenido resultados favorables para la vida del hombre, esto es, cuando el tratamiento ha ayudado a encontrar la salud psíquica, el orden interno y, fundamentalmente, el sentido de su vida, no ha sido sino mediante el discernimiento, aunque no haya sido reconocido en forma explícita en su fundamento teórico.

Sin embargo, lamentablemente, hay que reconocer también que en muchos casos los tratamientos psicológicos carecen de este discernimiento, sea por poseer una visión reduccionista de la persona humana, sea por perdurar en el análisis sin arribar a una síntesis, o por recurrir sistemáticamente a un arsenal de técnicas que no están puestas al servicio del hombre, sino al revés, es decir, se pretende adaptar a la persona -o su situación concreta- a una multitud de técnicas, sin un sentido u orientación[2].

En resumen: por falta de discernimiento, y a veces tan sólo de sentido común, tales psicoterapias se vuelven iatrogénicas. Por tal motivo cabe recordar una vez más –como lo hicimos en la introducción- que "...aquello que importa en la terapia no son las técnicas, sino más bien las relaciones humanas entre el doctor y su paciente, o el encuentro existencial personal. Un abordaje puramente tecnológico en psicoterapia, puede bloquear sus efectos terapéuticos... Abordar a los seres humanos meramente en términos de técnicas implica manipularlos... la cosificación se ha convertido en el pecado original de la psicoterapia... La psicoterapia es más que una simple técnica, es arte y va más allá de la pura ciencia, es sabiduría...”[3].

¿Y qué es la sabiduría, sino el ejercicio de la discreción o discernimiento de espíritus?

Algunas escuelas utilizan tácitamente el discernimiento (incluso de “espíritus”, es decir, mociones o cogniciones) aunque el principio por el cual disciernen se diferencia del que aquí planteamos. Por ejemplo en la psicoterapia cognitiva de Albert Ellis y Aron Beck, llamada -por sus críticos- "racionalista"[4], el principio utilizado para diferenciar los pensamientos negativos de los positivos es la "racionalidad" o "funcionalidad" de un pensamiento. Beck lo utilizó al comienzo para la terapia cognitiva de la depresión, a fin de detectar diferentes tipos de distorsiones cognitivas, proponiendo una psicoterapia que ayudara a cambiar las creencias disfuncionales que les daban origen[5]. Así por ejemplo, las planillas de auto-registro que los psicoterapeutas cognitivos utilizan con sus pacientes son similares a la que proponemos en el ejercicio Nº 1 o Nº 3, pero -como adelantamos- con aquella diferencia fundamental en cuanto al principio adoptado para diferenciar unos pensamientos de otros[6].

En cuanto a la "racionalidad" ya hemos dicho que no basta que un pensamiento sea racional, pues se puede argumentar racionalmente bien y no obstante ser de mal espíritu[7]. En lo que respeta a la "funcionalidad" o “adaptación”, si se utiliza como principio de discernimiento para la toma de decisiones fundamentales para la vida de la persona, se corre el peligro de dejar de lado la conciencia (que orienta hacia el sentido de vida y a descubrir el sentido que se esconde en cada situación). Como lo hemos expuesto anteriormente, el principio de discernimiento que nosotros proponemos es de naturaleza espiritual-existencial (paz interior), toma en cuenta la conciencia[8] y está orientado hacia los valores y el sentido de vida. Algunos terapeutas cognitivos que utilizan los conceptos de “funcional” o “adaptativo” sostienen sin embargo que una creencia es disfuncional si es contraria también a los valores de la persona (constructivismo realista de Bulacio, 2004)[9]. En este sentido puede resultar de utilidad estos términos, pero muchas veces se omite toda consideración a los valores, o se relativizan[10].

Es importante tener conceptos claros sobre qué es normalidad. Algunos consideran que lo normal es un término medio que nos provee la estadística. Partiendo de este criterio es tan anormal el santo, el gran artista o el criminal, los tres están fuera de la media estadística. Otros consideran que es normal el que se adapta al medio (criterio adaptativo). Pero este criterio, llevado a su extremo, consideraría normal a quien se adapta a un medio criminal, masificándose en vez de luchar por sus valores[11]. Compartimos con la Dra. María Ana Ennis, fundadora de la Psicoterapia Simbólica, que “normalidad es lo que responde a lo establecido por la naturaleza del ser. Es normal lo que opera o actúa conforme a la naturaleza de la persona, teniendo en cuenta las circunstancias que la rodean”[12]. Éste último es también denominado “criterio teleológico” (Andrea Márquez López Mato, 2002), propio de las ciencias del espíritu donde lo cuantitativo es accesorio. Aquí lo “normal” no es por su frecuencia, sino por su conformidad a la ley de constitución íntima, al sentido de la esencia, su finalidad. El genio es normal según el criterio teleológico y anormal según el estadístico[13].

Ellis y Beck postulan que los pensamientos modifican las emociones y privilegian como vía de entrada para el tratamiento terapéutico el aspecto cognitivo (cambiando la forma de pensar, es posible modificar las emociones). Luego de la crítica de los autodenominados "posracionalistas" (constructivistas)[14], que postulan que la "emoción" es más fuerte que los pensamientos y que son las emociones las que proporcionan pensamientos automáticos negativos, los "racionalistas" otorgaron mayor importancia a la emoción. Los constructivistas optaron por otro tipo de vía de entrada psicoterapéutica: la emocional[15]. Si bien consideran que existe una interdependencia entre pensamiento, emoción y conducta, entienden que no es posible el cambio sino por la vía emocional.

Unos y otros se diferenciaron del modelo conductista, que -años antes- consideraba únicamente la "conducta" como objeto de la psicología y, por tanto, en el campo de la aplicación (psicoterapia) también escogía esta única vía para el tratamiento psicológico.

Algunos postulados importantes dejaron de lado las discusiones entre pensamiento-emoción-conducta. Entre ellos Albert Bandura, al considerar que tanto el pensamiento, como la emoción y la conducta interactúan entre sí (reciprocidad triádica) y subrayar el factor social[16].

El “constructivismo realista” (Bulacio, 2004) se ubica dentro de la psicología cognitiva y considera que el hombre es un activo dador de significado (culturalmente compartido o personal) a la experiencia. Existe un mundo real (de allí “realista” en contraposición a otros “constructivismos” que no admiten que un mundo real externo al sujeto pueda ser conocido) que el hombre sólo puede conocer parcialmente, en parte porque sus posibilidades de percepción son limitadas y en parte porque al ser interpretadas por la persona sufren un "sesgo" según sus creencias individuales. En este mundo exterior lo importante son los “otros”, las personas con las que el sujeto se relaciona y interactúa (espacio social compartido, realidad intersubjetiva). Esta teoría permite integrar aspectos biológicos, psicológicos y sociales.

Quien esté familiarizado con los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, advertirá que existe una integración de los aspectos cognitivos, emocionales y conductuales. Pero además, toda la persona, en todos sus niveles y dimensiones, se encuentra involucrada en cada contemplación.

Cuando una psicoterapia da lugar a toda expresión, sea corporal, cognitiva, afectiva, conductual y espiritual, resulta verdaderamente integral.

 
2) El método diacrítico en Logoterapia
"Qui bene distinguit, bene curat"
Viktor E. Frankl

Ya hemos esbozado nuestra visión del hombre al explicar los niveles y  dimensiones de la persona humana[17]. También citamos varias veces la Logoterapia y la psicoterapia cognitiva[18]. Dentro de esta concepción del hombre y en el marco de las escuelas de psicoterapia mencionadas (sin negar su posibilidad de utilización en otras escuelas) expondremos someramente la aplicación del discernimiento de espíritus en el campo psicoterapéutico, para el tratamiento de algunos trastornos mentales y como método de búsqueda para encontrar el sentido de la vida.

En particular podemos hablar de un método diacrítico en Logoterapia, porque, como ha dicho su fundador: “Todo seguirá siendo ambiguo [es decir, indiscriminado o indiferenciado, sin posibilidad de un verdadero diagnóstico] en la esfera de lo psiquiátrico [tanto en lo que respecta a los trastornos psicológicos en sí como a su tratamiento] hasta que se vuelva transparente [se aplique un discernimiento] en relación a otra instancia [la espiritual], que yace detrás o por encima [por ser la más profunda o, si se prefiere, la más elevada en el hombre] (...) Toda patología necesita de un diagnóstico, una diagnosis [discernimiento], un ‘ver-a-través’, una referencia al logos que se encuentra detrás del pathos, al sentido que posee el sufrimiento”[19].

Efectivamente, en lo que respecta a los trastornos psicológicos y su tratamiento, si se omite tal discernimiento todo permanece en la ambigüedad y esto lleva, por una parte, a la imposibilidad de distinguir un fenómeno psicológico de uno espiritual[20], cayendo en el reduccionismo de interpretar desde una dimensión psicológica un fenómeno de naturaleza espiritual (psicologismo)[21]; y por otra, a no poder advertir, por falta de una psicoterapia orientadora, hacia dónde conduce una determinada moción[22]. Esta falta de discernimiento, sin lugar a dudas, provoca confusión o desorientación. No pocos pacientes llegan en tales condiciones a un nuevo psicoterapeuta, después de haber pasado por otros, si es que vuelven a intentar una nueva terapia.

Es que, así como toda patología requiere de un diagnóstico (del griego diagnostikós: capaz de discernir[23]), todo tratamiento psicoterapéutico necesita una método de discernimiento, de una "clave" de lectura ("ver-a-través") de la vida interior y esto, no es sólo necesario en la vida espiritual, por cuanto el hombre no es, como ya hemos visto, un compuesto de partes separadas: "cuerpo", "psiquis" y "espíritu", sino una unidad antropológica (a pesar de la diversidad ontológica en los tres niveles expuestos) y la vida interior involucra al hombre en su totalidad "corpóreo-anímico-espiritual". Por tanto, a los fines de ayudar al paciente a elegir lo mejor (tercer paso) en cada momento de su vida y particularmente en medio de la crisis, resulta indispensable primeramente tomar conciencia (primer paso) y luego discernir (segundo paso).

Suele decirse que, a veces “lo mejor es enemigo de lo bueno”. Pero esa toma de decisión no significa elegir "lo más perfecto" o "lo mejor" en abstracto, sino lo que más conduce con relación a un fin o propósito, es decir, a descubrir el sentido de cada situación, hacia el sentido de vida (como misión) y hacia el sentido último (la Trascendencia)[24]. Son los tres niveles del sentido.

La relación entre la psicoterapia y el ejercicio de la sabiduría, pueden advertirse en las siguientes palabras de Urs Von Baltasar, referentes a la finalidad de toda psicoterapia [realizaremos algunas puntuaciones entre corchetes]:

“El objetivo de la psicoterapia debe ser ayudar a la persona a elaborar [discernimiento mediante] un proyecto de sentido de su existencia que le permita realizarse, y desarrollar el coraje [en la toma de decisión] para llevarlo a cabo... así debe ser toda terapia que aspira a lograr su cometido, por más que discrepen los métodos terapéuticos. Dado que no hay sentido de vida sin libertad humana, la terapia no sólo ha de contar con ésta, sino desatarla y fortalecerla en el interior del paciente[25] para que elija [mediante el ejercicio de la discreción] al máximo de sus posibilidades. Significa que el terapeuta debe conocer y hacer descubrir al paciente las dimensiones de la sabiduría [ver más abajo cuáles son éstas dimensiones], y que éste debe responder, al menos en cierta medida, al estímulo del terapeuta. Tal sabiduría [o discreción, es decir, aquello que nos capacita para discernir] debe ser personal y se irá generando en el curso del diálogo...”[26] .


¿Cuáles son estas dimensiones de la sabiduría?:  Los tres pasos del discernimiento de espíritus:

1)      tomar conciencia;
2)      diferenciar por su sentido;
3)      para elegir libre y responsablemente en dirección al sentido de vida.

El método diacrítico consiste en utilizar los conocimientos relativos al discernimiento de espíritus, tradicionalmente aplicados a la ayuda espiritual, adaptados al campo específico de la psicoterapia.

“Entonces, el antiguo y sabio aforismo qui bene distinguit, bene docet podría modificarse en este sentido, o sea, en el sentido de nuestra exigencia de una terapéutica orientada, diciendo: qui bene distinguit, bene curat[27].


3) LOS TRES PASOS DEL MÉTODO EN PSICOTERAPIA

Desde un punto de vista macroterapéutico (sentido amplio y general que abarca todo el tratamiento) podemos distinguir tres grandes momentos en el proceso de la psicoterapia. Cada paso corresponde a una etapa en el progreso alcanzado hacia el objetivo terapéutico determinado. Así por ejemplo, el primer paso correspondería a la exploración, toma de conciencia y conocimiento de sí. No obstante que esta toma de conciencia o conocimiento interno es un proceso inacabable, puede el paciente evidenciar en general una mayor capacidad para detectar sus propias mociones, captar sus tendencias, etc. Es importante que se profundice cada etapa, antes de pasar a la siguiente, si no puede aún tomar conciencia de su interioridad, no podrá distinguir todavía cuál es el camino que más conduce hacia la meta terapéutica (segunda etapa) y menos aún tomar una decisión de cambio terapéutico (tercera etapa).

Desde un punto de vista microterapéutico, cada paso es dado en función de una determinada moción o tendencia, de un deseo o impulso, emoción o pensamiento, que debe ser advertido toda vez que pasa por la interioridad. No olvidemos que toda moción implica movimiento, y es por tanto un movimiento hacia alguna dirección, que ayuda o no a la salud psíquica y unidad interna, la paz vital o plenitud, o incluso, respecto del sentido de vida y, en una instancia más elevada, en relación el suprasentido: Dios.

El método diacrítico es sencillo y profundo a la vez. No es cerrado, permite la integración de diferentes técnicas psicoterapéuticas, adaptándolas a cada paso y de acuerdo a la singularidad de la  persona, única e irrepetible, que demanda ayuda. Por otro lado, los tres pasos del discernimiento no deben verse como alejados de la experiencia cotidiana de la vida. Ella constituye la materia de nuestro discernimiento, aquello que acontece en nuestro interior en relación con el mundo que nos rodea. El discernimiento es “praxis” y no una mera especulación.

 No excluye la utilización de psicofarmacología, ni la exploración y evaluación diagnóstica. Es más, el esquema sencillo del método permite la integración de diferentes técnicas que puedan implementarse en algunos de los pasos del tratamiento (cognitivas, emocionales o conductuales), de acuerdo al momento en que se encuentre el paciente en dicho proceso y en tanto ayuden al objetivo de cada paso.
      
Por supuesto, será muy importante y necesario que el psicoterapeuta esté familiarizado con el discernimiento ignaciano. Además que haya pasado también por esa experiencia transformante de los Ejercicios Espirituales[28] y también, dado que estamos en un ámbito particular como el de la psicoterapia, que sepa “adaptar” a este campo y a cada paciente, según su problemática y personalidad, la metodología que aquí exponemos[29].


 PRIMER PASO:  TOMA DE CONCIENCIA

En este paso del proceso terapéutico, podemos considerar dos aspectos fundamentales:  por un lado, hace referencia a la autoconciencia reflexiva (propia del hombre), que permite a las personas analizar sus experiencias, sus procesos de pensamiento y advertir sus emociones, obteniendo un conocimiento sobre sí mismas y sobre el mundo que las rodea[30] (auto-observación que es posible en la medida de la capacidad de auto-distanciamiento, esto es, la facultad de salir de sí mismo). Este paso promueve el diálogo con uno mismo[31], es decir, con la propia conciencia (“órgano de sentido”[32]).

 Pero por otra parte, no se trata simplemente del discurso reflexivo de la razón, aunque éste también sea necesario. “Darse cuenta" podríamos decir que es más "intuitivo" o una captación del intelecto en su verdadero sentido: intus légere, “leer dentro”; es decir, equivale a un "despertar" o advertir lo que muestra la conciencia.

No muchas personas son capaces de “darse cuenta” de lo que les pasa o sienten. Muchos no han aprendido a dialogar consigo mismos. Al principio el psicoterapeuta, evitando un rol directivo, pero aprovechando ese vínculo particular que se establece en psicoterapia, debe ayudar en este "insight" o comprensión de lo que pasa por la vida interior del paciente (posición de espejo, que devuelve la imagen del sí mismo). Con el tiempo es de esperar que este diálogo continúe fuera del momento de la sesión, en la vida cotidiana. Esto resultará saludable porque evitará que el paciente dependa negativamente del psicoterapeuta. En última instancia es una tarea que toda persona deberá realizar durante toda la vida, si desea seguir madurando y obteniendo sabiduría.

De todos modos el ejercicio que hemos propuesto, aunque sencillo pero de gran eficacia, no es el único posible para este paso. Existen numerosas técnicas proyectivas que pueden hacernos tomar conciencia de nuestros conflictos internos (dibujos, tests verbales, de láminas, cuestionarios de personalidad, etc.); técnicas cognitivas preferentemente racionales (prospectivas, de reestructuración cognitiva, etc.); técnicas cognitivas preferentemente emocionales (metáfora, narrativa, experiencia emocional correctiva, visualizaciones o ensueños dirigidos); ténicas conductuales (afrontamiento, exposición en vivo, desensibilización sistemática, actividades, entrenamiento en habilidades sociales) o corporales (ejercicios de relajación, de respiración)[33]. Algunas no sólo nos ayudan a tomar conciencia de nuestra interioridad (de nuestras capacidades y limitaciones, de nuestros deseos y miedos) sino que son en sí mismas terapéuticas y llevan al cambio. Pero debemos recordar que deben estar siempre al servicio del hombre y no al revés. Otra vez, resulta útil aplicar aquí el principio práctico de San Ignacio: “tanto, cuanto”, es decir, tanto usaremos de las técnicas en cuanto nos ayuden al fin terapéutico.


SEGUNDO PASO: DISCERNIR

 Conviene resaltar que se trata de discernir vivencialmente, es decir, desde la experiencia de la vida misma, advirtiendo lo que va sucediendo internamente[34]. No es éste un enfoque racionalista ni espiritualista, por el contrario, en el discernimiento espiritual no sólo tiene lugar el intelecto y la razón, sino también las emociones y los sentimientos, pero desde un principio espiritual, a saber: la paz interior, entendida como plenitud y paz de conciencia, no como mero gusto o placer, ni tampoco como ausencia de conflicto. Al respecto citaremos nuevamente a Frankl “...existen situaciones en las que el hombre se ve confrontado con una pluralidad de valores entre los que debe elegir, es decir, ha de escoger entre principios que se contradicen unos a otros. Si dicha elección no ha de hacerse arbitrariamente, de nuevo hay que referirlo y remitirlo a la conciencia, única que hace que el hombre tome su decisión con libertad, pero no arbitrariamente sino responsablemente. Por supuesto, él sigue siendo libre ante su conciencia, pero esta libertad consiste sola y únicamente en elegir entre dos posibilidades: o seguir el dictamen de la conciencia, o hacer caso omiso de sus advertencias... Si el hombre en medio de todo este torbellino de estímulos quiere sobrevivir y resistir a los medios de comunicación de masas, debe saber qué es o no lo importante, qué es o no lo fundamental; en una palabra, qué es lo que tiene sentido y qué es lo que no lo tiene.”[35]

Es un discernir activo, en acción y contemplación, y está lejos por tanto de una actitud pasiva. En el proceso psicoterapéutico, el paciente es más "operante" que paciente-pasivo. Cuando hablamos del contraste entre consolación y desolación, como uno de los criterios de discernimiento, conviene dejar en claro que se trata en realidad de la experiencia del contraste entre aquellos movimientos. Tal experiencia es la que nos da la sabiduría para distinguir qué es lo que nos ayuda finalmente y que nos perjudica en realidad –aunque hubiera comenzado con apariencia de bien-.

En el discernimiento, participa toda la persona: su cuerpo, su afectividad, su intelecto, su voluntad, es decir, el hombre en todos sus niveles y dimensiones. Aún el mismo cuerpo avisa que está sucediendo algo para bien o para mal, de buen o mal espíritu, que produce paz o perturbación. La vivencia de los sucesos cotidianos (todo aquello que acontece en el interior del hombre y con relación al mundo que lo rodea), en definitiva la vida misma, constituye la materia de nuestro discernimiento y la oportunidad terapéutica para cambiar. Es por tanto una psicoterapia experiencial y activa a la vez[36].

TERCER PASO: TOMA DE DECISIÓN

 Es que en el cambio terapéutico participa el paciente como protagonista principal (“operante”). Las decisiones son tomadas por él, no por el psicoterapeuta.

Algunas veces una determinada situación aparece muy clara a la conciencia y no ofrece dudas[37]. Grandes decisiones han sido tomadas con esta claridad de conciencia, muchas veces en situaciones límites, incluso llegando hasta dar la vida por los demás. Es lo que Ignacio ha llamado el primer tiempo de elección[38]. No es un acto “impulsivo” (instintivo), tampoco “razonado, pensado o lógico”, sino “inspirado”[39]. Otras veces, en medio de las crisis de la vida cotidiana y en el transcurso de la lucha psicoterapéutica, será más frecuente que, previo a una toma de decisión, debamos discernir por experiencia del contraste entre consolaciones y desolaciones (segundo tiempo de la elección)[40]. Pero también es posible una elección en “tiempo tranquilo” (tercer tiempo)[41].

Dijimos que una de las condiciones para la elección era la libertad interior. A ello cabe agregar la responsabilidad. Es que libertad y responsabilidad van juntas. Sólo en libertad puedo ser responsable (dar respuesta) y ser responsable significa ser selectivo, saber elegir, y uno no puede saber lo que elige si, previamente, no discierne.
 

INCONSCIENTE IMPULSIVO – INCONSCIENTE ESPIRITUAL

 Para muchos autores, si hubiera que resumir en una palabra el descubrimiento freudiano, un dudarían en designar el término “inconsciente”.

v  El adjetivo inconsciente se utiliza en ocasiones para connotar el conjunto de los contenidos no presentes en el campo actual de la conciencia (abarca lo inconsciente y lo preconsciente)[42]. También suele denominarse como “latente” o “tácito”[43].
v  En otro sentido, está constituido por contenidos reprimidos, a los que ha sido rehusado el acceso al sistema preconsciente-inconsciente por la acción de la represión.
v  Pero no existe sólo un “inconsciente impulsivo”, sino también un inconsciente espiritual. Su contendido hay que ampliarlo, no se compone únicamente de elementos impulsivos. El primero, llega sólo al fondo de lo psíquico y no penetra la dimensión espiritual. El segundo, no solamente es de naturaleza espiritual, sino que atraviesa todas las dimensiones de la persona humana.

La persona humana no está gobernada por un inconsciente al que no tiene acceso, el que gobierna es el espíritu, es el conductor. En el espíritu está el área de la libertad humana, pero también de la humana responsabilidad. En sentido ontológico el espíritu puede auto-distanciarse del sí mismo, salir de sí para mirarse “desde afuera” y auto-trascenderse para vincularse con los otros, con el mundo que lo rodea y con Dios. Es “dialogal” por naturaleza.


¿En qué casos puede aplicarse el método diacrítico?

Si bien hace algunos años que lo venimos aplicando en este contexto con muy buenos resultados, todavía hay un camino muy largo por recorrer.

El discernimiento aplicado a la psicoterapia, y en particular a la logoterapia, no trata solamente desórdenes psíquicos, sino también la actitud frente a la vida. Aún cuando la persona no se encuentre psicológicamente enferma sino que pasa por un sufrimiento normal de la vida cotidiana (incluso crisis vitales o de desarrollo) o simplemente esa persona aspira a madurar y encontrar mayor plenitud en su vida, el discernimiento resulta un arma adecuada para atravesar esa crisis o para crecer y madurar como persona. 

En el tratamiento de las depresiones, por ejemplo, resultará indispensable que el paciente, con la ayuda del terapeuta, logre distinguir aquellas mociones que en su alma le dejan paz interior, de aquellas que lo hunden más en su estado depresivo, para aceptar en su corazón las primeras y comenzar a rechazar las segundas[44]. A partir de allí, puede darse un cambio de actitud. Aquello que puede parecer imposible como dar un gran salto, resulta viable mediante pequeños pasos de toma de decisión por lo que anima, fortalece, trae paz. No se trata de un voluntarismo, de un cambio a fuerza de puños, sino que la consolación en sí misma implica un fortalecimiento (confortación) y, en virtud de aquella fortaleza, se puede comenzar a cambiar de actitud.

En ciertos trastornos de ansiedad como el TAG (trastorno de ansiedad generalizada) donde la preocupación es crónica e invade todo los ámbitos de la vida de la persona, la toma de conciencia de las más pequeñas mociones de paz en la vida cotidiana resulta muy importantes pues posibilitarán un cambio de actitud ante la vida, gradual y paulatino. Deberá aprender a ver la vida desde otro ángulo.

En las fobias específicas, hemos utilizado el discernimiento para que la persona aprenda a reconocer y diferenciar en su vivencia, todo aquello (pensamientos, actitudes, gestos, etc.) que le acrecientan su miedo y a descubrir (por la propia experiencia) qué es aquello que en la práctica (frente al objeto o situación fobígena) le ayuda a vencer ese miedo específico. Por ejemplo, discernir las mociones que acrecientan la fobia y de las que animan a su afrontamiento y superación. Implica por tanto no sólo un cambio en la forma de pensar (reestructuración cognitiva), sino además un cambio de actitud frente a la vivencia[45].

Por experiencia toda persona puede aprender a conservar la paz y ésta también viene como efecto de hacer lugar a determinadas mociones y rechazar otras (fruto de la conquista en esa batalla interior).

El método diacrítico resulta particularmente adecuado en la orientación vocacional, donde no sólo ayuda a que aquella persona se decida por lo mejor para su vida (sin indicarle lo que debe elegir, a fin de no caer en un paternalismo), sino que también la ayuda en los momentos posteriores a la toma de decisión para que sea fiel a su vocación (sentido de vida). No trata simplemente de un test vocacional[46].

También, y especialmente, ayuda en la búsqueda del sentido de la vida, en aquellas personas que sufren un vacío existencial[47]. El descubrimiento de aquél sentido o misión es justamente uno de los puntos fuertes del discernimiento de espíritus.
En última instancia, al ejercitarse en el discernimiento, toda persona aprenderá a luchar por una vida llena de sentido y a conquistar, como fruto o consecuencia, la paz interior. 


Ahora bien, el pasar del análisis a la síntesis o toma de decisión ¿no supone un cierto resto de reservas psicológicas, es decir, que no se encuentren alteradas ciertas funciones psíquicas de la persona?

Efectivamente, si ciertas funciones psíquicas se encuentran alteradas: juicio, percepción, memoria, etc., no es posible siquiera el primer paso: la “toma de conciencia”, por tanto, tampoco podrá discernir y tomar decisiones libre y responsablemente (segundo y tercer pasos). Es más, el discernimiento no solo supone un resto de “reservas psicológicas” sino también “biológicas”, pues "una toma de conciencia adecuada supone la existencia de un sistema nervioso sano y sobre todo de un lóbulo frontal funcionalmente apto”[48]. Pero también es cierto que, contar con un sistema nervioso sano es necesario pero no suficiente para la toma de conciencia y el discernimiento. No sólo porque, desde el punto de vista psicológico, debemos ejercer una capacidad que tenemos en potencia, sin porque además no llegaremos a discernir una moción de naturaleza espiritual si no ejercitamos tal facultad desde una instancia superior: la espiritual.

Sin embargo, en ciertos pacientes psicóticos es posible aplicar los pasos del método diacrítico, en aspectos muy puntuales en los que pueden tomar conciencia. Por ejemplo, un paciente con diagnóstico de esquizofrenia, que se hallaba ejercitado en diferenciar ciertas “cosas” que lo ponían mal o perturbaban, de aquellas que lo tranquilizaban, en cierta ocasión pudo detener sus reacciones (ponerse nervioso y comenzar a golpear y gritar -a esto él le llamaba “brotarse”-) con sólo “pensar” en que podía ocasionar un daño a su mamá si lo veía a él en ese estado, porque ella sufría de presión arterial alta. Este mismo paciente, que ayuda en un comedor parroquial, decidió (él mismo y no por indicación médica) únicamente acomodar la mesa y colocar las sillas porque se daba cuenta que le hacía muy mal encontrarse con las personas que acudían a comer (según sus propias palabras: “se ponía nervioso y temía no poder controlarse frente a ellas”). En esta capacidad para darse cuenta de sus limitaciones y tomar decisiones en un sentido de salvaguardar su salud, se advierte que, no obstante una enfermedad tan severa como la psicótica, hay momentos en que trasciende sus limitaciones psicofísicas.[49]

Algunas cuestiones sobre el problema “mente – cuerpo"[50]:

En los últimos años se han producido avances científicos que han permitido delimitar distintas áreas de la corteza cerebral, especializadas en recibir y procesar las informaciones sensoriales y controlar las reacciones musculares: áreas auditivas, visuales, motoras, etc.  Éstas áreas representan una cuarta parte de la corteza cerebral y el resto, las denominadas áreas de asociación, parecen estar encargadas de interpretar, integrar y coordinar las informaciones procesadas por las áreas sensoriales y motoras. Las áreas de asociación serían responsables de nuestras funciones mentales superiores: lenguaje, pensamiento, razonamiento, memoria, planificación de la acción, creatividad, etc. Aunque ciertas funciones de la mente están localizadas en determinadas regiones cerebrales, el cerebro se comporta como un todo unificado. Estos hallazgos han replanteado el problema clásico de la relación entre el cuerpo y la mente: ¿son los procesos mentales distintos o idénticos a los procesos cerebrales?. Si son idénticos ¿cómo los procesos cerebrales pueden producir los mentales?. Si son realidades distintas ¿cómo interactúan entre sí?. ¿El cerebro “produce” los procesos mentales o los “traduce”?.

Teorías monistas: niegan la existencia de la mente como una realidad distinta del cerebro y adoptan alguna forma de reduccionismo, tratando de explicar los fenómenos mentales en términos físicos o biológicos. Considera lo mental como una función especial de determinados mecanismos neurales.

Teorías dualistas: el cerebro no puede dar cuenta de la complejidad de los fenómenos relacionados con la conciencia, por lo que hay que admitir la existencia autónoma de una mente autoconciente distinta del cerebro, como una realidad no material ni orgánica que ejerce una función superior de interpelación y control de los procesos neuronales (John Eccles). Los fenómenos físicos y mentales son esencialmente diferentes.

Teoría emergentista (o del epifenómeno): los estados mentales no son idénticos a los estados físicos del cerebro ni pueden reducirse a ellos, pero no son tampoco independientes de los mismos. Los procesos mentales serían propiedades autónomas que “emergen” de los sistemas neurofisiológicos en el curso de la evolución de la especie (John Searle). El psiquismo es un “epifenómeno” (M. Bunge) que acompaña ciertos procesos neurales y se sobrepone a ellos. Hay dos niveles de descripción cerebral: las micropropiedades: relativa a la estructura y funcionamiento de las neuronas; y las macropropiedades: en cuanto a la estructura y funcionamiento de los procesos mentales. Es posible distinguir entre procesos mentales, tal como lo estudia la psicología, y procesos cerebrales, tal como los estudia la neurociencia, sin necesidad de reducir los primeros a los segundos.

Aunque hay evidencia empírica de que los fenómenos mentales están ligados a determinados mecanismos del sistema nervioso central, ello no habilita a deducir sin más que los fenómenos psíquicos se deriven de procesos físico-materiales (reduccionismo biologista). En otras palabras, el hecho de que los procesos cognitivos se adviertan en los procesos neruales no significa que las leyes psicológicas relacionadas con el funcionamiento cognitivo deban ser reducidas a leyes neurofisiológicas. Cuando uno se introduce en el sendero del reduccionismo, el camino podría atravesar sucesivamente la biología y la química, para terminar eventualmente en partículas de núcleos atómicos, donde ni los puntos intermedios ni los finales interrumpen las leyes psicológicas de la conducta humana[51]. Pero, por otra parte, negar la vinculación de los fenómenos mentales a ciertos procesos cerebrales sería adoptar un reduccionismo psicologista (la mente necesita de un cerebro).

Las relaciones entre diferentes sistemas del organismo humano están siendo muy estudiadas en la actualidad, alcanzando una importancia cada vez mayor en el ámbito de la comunicad científica. Nos referimos a aquella rama de la medicina denominada "psiconeuroinmunoendocrinología" (PNIE) que, recuperando la versión holística de la Medicina hipocrática, tiene por objeto de estudio los sistemas: psicológico, neurológico, inmunológico y endocrinológico, considerando la singularidad de cada ser.[52]



Terminamos este anexo para psicoterapeutas con un texto bíblico aplicable a todos los profesionales de la salud:


“El Señor dio a los hombres la ciencia, para ser glorificado por sus maravillas. Con estos remedios el médico cura y quita el dolor, el farmacéutico prepara sus ungüentos. Así las obras del Señor no tienen fin, y de él viene la salud sobre la superficie de la tierra. Si estás enfermo, hijo mío, no seas negligente, ruega al Señor y él te sanará. No incurras en falta, enmienda tu conducta y purifica tu corazón... Después deja actuar al médico, porque el Señor lo creó; que no se aparte de ti porque lo necesitas. En algunos casos tu mejoría está en sus manos, y ellos mismos rogarán al Señor que les permita dar un alivio y curar al enfermo, para que se restablezca”.               

 (Eclesiástico 38, 9-14).

Lic. Horacio Muñoz Larreta


[1] Véase: Varios, Psicología y Ejercicios Ignacianos, Ediciones Mensajero – Sal Térrae, Colección Manresa, 1ra. edición 1991 y 2da. edición, Bilbao, 1996, que recoge las ponencias de este Simposio Internacional de Salamanca (España), septiembre de 1989.
[2] No debe estar el paciente al servicio de la psicoterapia, mucho menos de las técnicas, sino la psicoterapia y sus técnicas al servicio del hombre.
[3] Frankl, V.E., Fundamentos y aplicaciones de la Logoterapia,  San Pablo, 2000, Argentina, 12-14.
[4] Mahoney, M.J., Psicoterapias Cognitivas y Constructivistas, Desclée de Brouwer, Biblioteca de Psicología, Bilbao, 1997, 21-33.
[5] Beck, Aaron T., Terapia Cognitiva de la Depresión, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1983.
[6] Cía, Alfredo .H., Estrategias para superar el pánico y la agorafobia, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1999, 207-219.  Véase también Labrador, F.J. -Cruzado, J.A. -Muñoz, M., Manual de Técnicas de Modificación y Terapia de Conducta, Pirámide, Madrid, 1999.
[7] Véase en “Nociones previas” el punto 1.5 “¿Qué es el discernimiento de espíritus?” –último párrafo-. La distinción entre pensamientos o creencias “racionales” e “irracionales” fue propuesta por Albert Ellis, en la Terapia Racional (1955), luego reemplazada por la Terapia Racional Emotiva y, finalmente, denominada Terapia Racional Emotiva Conductual (1994). Esta “racionalidad” fue criticada por los constructivistas (“posracionalistas” como Mahoney y Guidano). Sin embargo, seguidores de la TREC se defienden diciendo que A. Ellis dijo claramente que los terapeutas de la TRE no eligen los valores, metas y propósitos de los pacientes, ni les enseñan cuáles deberían ser sus intenciones y propósitos, y que debe entenderse por “irracional” una percepción de la realidad cuando crea o construye pensamientos, sentimientos o conductas que derrotan o sabotean los propios intereses, valores y metas personales. Es decir, “irracional” significa “auto-saboteador” y “racional” productor de mejores soluciones (Obst Camerini, J. El psicodrama cognitivo conductual, Editorial CATREC, Buenos Aires, 2000, 22-23).
[8] Nos referimos a la conciencia originaria (“voz de la conciencia”), no a la secundaria (“campo de la conciencia” donde acceden o emergen manifestaciones de lo inconsciente). Es decir, aquella que es  “órgano de sentido” cfr. Frankl, V.E. La presencia ignorada de Dios, op. cit., 57-66 y 103-107. 
[9] Cfr. Ansiedad, Estrés y Práctica Clínica, op. cit. 136-137); Alfredo H. Cía destaca también la importancia del factor espiritual (cfr. Estrategias para superar el Pánico y la Agorafobia, op. cit. 183 “necesidades espirituales”).
[10] “Las cosas son relativas en un sentido diferente al propuesto por el relativismo: están en relación con lo irrelacionable: el sistema referencial de los valores es Dios... Las cosas poseen un valor y un sentido en la medida en que pueden transferirlo a otro, a algo superior, en la medida en que ese valor se puede sacrificar en aras de alguien: en esto consiste la auténtica relatividad de los valores. En una palabra... las cosas valen para ser sacrificadas... Y lo que determina en última instancia el precio de una cosa es su posible destino para algo superior; en último término, para lo supremo: ‘a mayor gloria de Dios’”  Frankl, V.E. El Hombre Doliente, Herder, Barcelona, 2000, 227.
[11] Un ejemplo: aquellos que se “adaptaron” (se hicieron cómplices) al régimen nazi, serían “normales” según este criterio; mientras los que arriesgaron su vida (en defensa de la vida y contra la discriminación), serían considerados “anormales”.
[12] Ennis, María Ana, Psicoterapia Simbólica –Fundamentación y metodología, López Libreros Editores S.R.L., Buenos Aires, 1981, 9
[13] Márquez López Mato, Andrea y col., Psiconeuroinmunoendocrinología, Editorial Polemos, Buenos Aires, 2002, 22-24
[14] Balbi, Juan, Terapia cognitiva posracionalista - conversaciones con Vitrorio Guidano, Editorial Biblos, Buenos Aires, 1994.
[15] Cabe destacar que existen varias formulaciones dentro del constructivismo, más radicales (Paul Watzlawick) o más moderados (Vittorio Guidano, Michael J. Mahoney).
[16] “Modelo de causalidad en la teoría del aprendizaje social” en Cognición y psicoterapia, M.J. Mahoney y A. Freeman, Paidós, Barcelona, 1988, 103-122. Aunque Bandura dedicó su obra al aprendizaje social y no al campo de la psicoterapia, se aplican sus concepciones de la teoría cognitivo social.
[17] Véase, en la primera parte el punto C) “Niveles de realidad en el hombre”. Por cierto que hemos dejado de lado muchas cuestiones que exceden el marco del presente libro.
[18] Existen numerosas corrientes dentro de la Psicología Cognitiva, incluyendo a las posturas “constructivistas” y las denominadas “cognitivo-conductuales”, más de 20 tipos diferentes para 1990 (Mahoney, 1997, pág. 27 –incluye también a la logoterapia-). No debe extrañarnos la vinculación entre Logoterapia y psicoterapias cognitivas. En el Segundo Congreso Mundial de Logoterapia, Alfried A. Laengle, discípulo de Frankl, afirmó “que la logoterapia es la primera terapia cognitiva por sus condiciones y por su programa” (citado por el propio Frankl en “Logos, paradoja y la búsqueda de significado” en Mahoney M.J.- Freeman, A., Cognición y Psicoterapia, Paidós, Barcelona, 1988, 283). Sin embargo la Logoterapia, aunque más próxima al constructivismo realista en cuanto a admitir el conocimiento y construcción de una realidad objetiva, se contrapone a la escuela constructivista más radical que niega esta posibilidad.
[19] V.E.Frankl, en ocasión del aniversario de los 600 años de la fundación de la Universidad de Viena (citado en E. Lukas, Psicología Espiritual, San Pablo, Buenos Aires, 1998, 14).
[20] Véase en la primera parte: Nociones previas, 1.6 "¿Cuál es el objetivo del discernimiento?" el texto de San Bernardo de Claraval, Sermón XII sobre la discreción.
[21] No olvidemos que existen otros reduccionismos: el biologista (que intenta explicar todo fenómeno humano únicamente desde lo orgánico) y el espiritualista (que omite toda consideración a lo biológico y lo psicológico). Todo reduccionismo anula las restantes dimensiones y sólo admite como verdadera la propia cuando intenta explicar la totalidad de los sucesos de la vida humana.
[22] No se trata de indicar al paciente su camino, ni decirle cuál es su misión o sentido, sino de ayudarlo a tomar conciencia de sus propias luces y sombras, para que, en medio de la lucha interior, pueda él mismo distinguir el mejor camino -considerando algunas pautas para discernir- a fin de decidirse por lo mejor con relación a su sentido de vida.
[23] Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas, 12° edición, Editorial Salvat, Barcelona, 1984.  Pero no entendamos aquí que diagnosticar es “rotular” al paciente. La persona no es su trastorno, sino que padece un trastorno o enfermedad.
[24] Nunca en tal caso lo mejor será enemigo de "lo bueno", sino -por el contrario- muchas veces "lo bueno" será "aparentemente bueno" y no verdaderamente bueno, posibilidad que puede descubrirse en virtud de un buen discernimiento.
[25] Advirtamos la importancia de la libertad interior en toda elección  (Véase el tercer paso: 3, 1.1 "condición previa: la libertad interior").
[26] Homo Creatus Est, cap. “Gesundheit zwischen Wissenschaft und Weisheit”, Einsiedeln, 1986, 83-92 (citado por E. Lukas, en Psicología espiritual, San Pablo, 2000, 15-16, el subrayado y negrita es nuestro).
[27] Frankl, Víktor E., Teoría y Terapia de Las Neurosis, Herder, Barcelona, 1992, 69.
[28] No olvidemos lo que en su versión “leve” los puede realizar un agnóstico (como ya lo expusimos anteriormente).
[29] Nos queda mucho por extraer de la riqueza de los EE ignacianos, pero es preferible aquí, al menos  en el comienzo, conformarse con aplicar poco pero bueno y sustancial, que pretender abarcarlo todo.
[30] Bandura, Albert, op. cit. 117.
[31] Para el creyente es también un diálogo con Dios. Para un agnóstico, es estar en diálogo ante la presencia ignorada de Dios, que es "…el interlocutor de nuestros soliloquios más íntimos” (cfr. Frankl, Víktor, E., El Hombre Doliente, Barcelona, 2000, 271). En La Presencia Ignorada de Dios Frankl dirá que en todo hombre hay una “religiosidad inconsciente” e incluso reprimida (cfr. pág. 67-79).
[32] Frankl, Víktor E., La Presencia Ignorada de Dios, Herder, Barcelona, 1988, 103-107.
[33] En el constructivismo realista se distinguen las técnicas psicoterapéuticas de "vía de entrada cognitiva preferentemente racional" de aquellas que tienen "vía de entrada cognitiva preferentemente emocional", por cuanto entienden que la "cognición" es tanto emocional como racional. En cuanto al "ensueño dirigido" no es sólo emocional o experiencial, sino que también tiene un momento (posterior al ensueño) de interpretación del símbolo escogido que es más racional.
[34] “Porque no el mucho saber harta y satisface al alma, sino el sentir y gustar de las cosas internamente”, San Ignacio de Loyola (EE. 2ª Anotación).
[35] Frankl, Víktor E., La presencia ignorada de Dios, op. cit. 102 y 107.
[36] En el discernimiento no hay pasividad sino por lo contrario gran actividad –en medio de la lucha por la vida- lo cual no es un obstáculo para la paz interior, pues ésta es fruto de una conquista interior.
[37] Donde la elección se hace “sin dudar ni poder dudar” ¨[EE 175,2], porque resulta evidente a la luz de lo que nos dicta la conciencia. Es una manera intuitiva de discernir.
[38] EE 175. “...cuando Dios mueve y atrae la voluntad que, sin dudar ni poder dudar, la tal ánima devota sigue a lo que le es mostrado...”. Conviene resaltar que la voluntad es “atraída”, porque existe libertad y hay elección aunque “sin dudar ni poder dudar” frente a aquello que la Conciencia muestra o propone. Es coincidente con la concepción frankliana del hombre “atraído por los valores”.
[39] Frankl diría que esta moción proviene de nuestro inconsciente espiritual, sede de la Conciencia (originaria, pre-lógica).
[40] EE 176 “...cuando se toma asaz claridad y conocimiento por experiencia de consolaciones y desolaciones y por experiencia de discreción de varios espíritus”.
[41] EE 177 “...cuando el ánima no es agitada de varios espíritus y usa de sus potencias naturales libre y tranquilamente”.
[42] Laplanche, J - Pontalis, J.B., Diccionario de Psicoanálisis, Editorial Labor, Barcelona, 1981.
[43] En este caso abarcaría lo inconsciente y preconsciente. El término "tácito" es utilizado por los constructivistas (Mahoney, Guidano).
[44] No se trata de proponerle al paciente un buen pensamiento o imagen, sino de ayudarlo a descubrir sus propios pensamientos o mociones que le dejan paz interior.
[45] Auto-distanciamiento y auto-trascendencia.
[46] Actualmente, en el campo de la psicología, se entiende la orientación vocacional como un "proceso" y no meramente como un resultado de una batería de tests.
[47] Neurosis noógenas,  como las ha llamado el Dr. Viktor Frankl (“Teoría y Terapia de las Neurosis”, Editorial Herder, 1992, Barcelona, 185-189).
[48] Balagué, Eva – Uva, Norberto, Orientaciones y aportes para la educación sexual, Fundación Nueva América, Buenos Aires 1994, 47. Lauría (1966) fue uno de los primeros neuropsicólogos en sugerir que los lóbulos frontales integran todos los componentes del movimiento y la conducta en el nivel superior. La corteza anterior desempeña un papel importante en las funciones cognitivas superiores como planeamiento, resolución de problemas, monitoreo y juicio (cfr. Grieve, J., Neuropsicología, Editorial Panamericana, Buenos Aires, 1997, 11).
[49] Esta capacidad de trascender la propia enfermedad concuerda con la tesis de V. Frankl: “...el espíritu, la persona espiritual misma, no puede enfermarse, y permanece allí detrás de la psicosis, aún cuando la mirada del psiquiatra apenas la puede distinguir. Yo he calificado esto, alguna vez, como el credo psiquiátrico: esta fe en la continuidad de la persona espiritual aún detrás de los síntomas de la enfermedad psicótica; pues si no fuera así, decía yo, no tendría sentido para el médico curar el organismo psicofísico, ‘repararlo’...” (Frankl, V.E., La Voluntad de Sentido, Editorial Herder, Barcelona, 1994, 108 –subrayado “psiquiátrico” en el original-).
[50] En este punto seguimos a J.M. Bulacio (cfr. Ansiedad, Estrés y Práctica Clínica, op. cit., 81-88).
[51] Bandura, Albert, “Modelo de causalidad en la teoría del aprendizaje social” en Cognición y psicoterapia, op. cit., 109.
[52] Márquez Lopez Mato, Andrea y col, Psiconeuroinmunoendocrinología II, Editorial Polemos, Buenos Aires, 2004, 11.

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PASOS PARA PERDONAR[1]

 Texto publicado en el Boletín del CEIA (Centro de Espiritualidad Ignaciana de Argentina)

Algunas recomendaciones sobre estos “pasos”: En primer lugar, conviene que tengas presente que el perdón no es un sentimiento sino una decisión. Si tu decisión es perdonar, si está en tu intención y pones ese deseo en Dios, estás perdonando aunque no lo sientas. Suelo ilustrar esto de la siguiente manera: si te piso un pié y luego te pido perdón, y tu me perdonas, ¿te deja de doler el pie?. Obviamente no, y eso no quiere decir que no hayas perdonado. Por lo tanto, es posible que “sientas” rechazo aún hacia a aquél que has perdonado, pues emocionalmente aún estás herido. En segundo lugar, si bien uno, en principio, no es responsable por lo que siente, sino por lo que hace, por lo que decide, también es cierto que uno puede empujar ese sentimiento hacia una dirección o hacia otro. Veamos: si quiero perdonar, pero estoy continuamente “masticando” bronca contra el que me hirió, si no dejo de “darme manija” continuamente en sentido negativo, es muy difícil que mi herida emocional sane algún día, más bien estoy removiendo la herida y va a seguir abierta. En cambio, si descubriendo el sentido del perdón, pongo en manos del Señor los pensamientos que acentúan mi dolor -tantas veces como ellos vengan a mi mente-, si a la vez busco llenar mi corazón de aquello que me trae paz, con la ayuda de la gracia, mi corazón irá sanando y el dolor disminuyendo. En tercero y último lugar, y esto es lo más importante, uno sólo avanza con la ayuda de la Gracia. Por lo tanto, ¡hay que pedirla!¡adelante, no tengas miedo!. Es posible perdonar...


  1. Primer paso: Estar en paz con uno mismo
Nos vamos a servir del ejemplo de José, hijo de Jacob. Preferido de su padre, es víctima de la envidia de sus hermanos, que lo venden como esclavo y es llevado a Egipto. Mucho tiempo después, ocupando José un alto cargo en aquél lugar, se reencuentra con sus hermanos (que padecen hambre a raíz de la sequía) que venían a Egipto en busca de ayuda. Ellos (sus hermanos) no lo reconocen, pero sí José. Y la historia continúa en las citas siguientes:

“José ya no podía contener la emoción en presencia de la gente que lo asistía, y exclamó: ‘Hagan salir de aquí a toda la gente”. Así, nadie permaneció con él mientras se daba a conocer a sus hermanos. Sin embargo, los sollozos eran tan fuertes que los oyeron los egipcios, y la noticia llegó hasta el palacio el Faraón. José dijo a sus hermanos: ‘Yo soy José. ¿Es verdad que mi padre vive todavía?’. Pero ellos no pudieron responderle, porque al verlo se habían quedado pasmados. Entonces José volvió a decir a sus hermanos: ‘Acérquense un poco más’. Y cuando ellos se acercaron, añadió: ‘Sí, yo soy José, el hermano de ustedes, el mismo que vendieron a los egipcios. Ahora, no se aflijan ni sientan remordimiento por haberme vendido. En realidad, ha sido Dios el que me envió aquí delante de ustedes para preservarles la vida...” (Gn 45, 1-5)

Por una parte José logró primero la paz consigo mismo para luego perdonar a sus hermanos que lo habían vendido, y por otra parte, él invita a sus hermanos a estar en paz con ellos mismos..., para que acepten luego su perdón.
Entonces, perdonarse, lograr la paz y reconciliación con uno mismo, pues nuestra actitud con los demás es muchas veces reflejo de lo que somos con nosotros mismos. Si no nos aceptamos, no podemos aceptar a otros. A algunas personas les resulta más fácil perdonar a otros que a sí mismos. ¡Pídete perdón a ti mismo!, date un abrazo... Si Dios nos ama como somos, así debemos amarnos también nosotros. De ningún modo significa conformismo, la conversión es posible, cada día, en la medida en que acepto también mis falencias y no en tanto pretendo negarlas. La Palabra de Dios nos dice claramente: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” y no en vez de a ti mismo (Lv 19,18b), es decir, el amor a los demás supone el amor propio bien entendido. 
Por otra parte la PAZ no es ausencia de algo negativo, no es sinónimo de falta de conflicto, lo cual sería más bien una “paz de cementerio”, sino que es presencia de algo positivo (serenidad, plenitud). En realidad, la paz es uno de los frutos del Espíritu Santo (Gal 5, 22). Pero por sobre toda las cosas la PAZ es ALGUIEN, para nosotros los cristianos es CRISTO mismo. Él es nuestra PAZ.  Por tanto, sólo desde Cristo puedo comenzar a perdonar, porque Él me perdonó primero...


  1. Segundo paso: Delimitar la zona del conflicto
Cuando en un campo aparece una zona de incendio, lo primero que hacen los campesinos es cercar el lugar para evitar que el fuego se expanda, luego intentarán apagarlo. En el campo de nuestra vida surgen también conflictos -es que la vida espiritual es lucha- y, del mismo modo que los campesinos, debemos también nosotros apagar nuestros propios “incendios”... Para ello, es conveniente evitar que se expanda el problema, por ejemplo: que lo llevemos del trabajo al hogar, o viceversa; o que descarguemos nuestra bronca con el primero que se cruza en el camino; o que involucremos al vecino, etc. ¡No traer más gente al problema! Si tu problema es con “fulano”, no te la agarres con “mengano”. En todo caso enfréntate con tu enemigo, no con otra persona que no tiene nada que ver con el asunto.
Esto encierra un significado más profundo, que se aplicará en pasos posteriores: San Pablo dirá que nuestra lucha “no es contra la carne ni la sangre”. Nuestro verdadero enemigo es el que San Ignacio llama “enemigo de la naturaleza humana” y que Jesús menciona como “padre de la mentira”. Es decir, en realidad no se trata de enfrentarte con tu hermano. Pero no olvidemos que estamos todavía en el Antiguo Testamento y Dios aparece como un “Guerrero” que pelea junto a los suyos, junto a su Pueblo. Es la condescendencia de Dios. No podía aparecer débil, pequeño (como en Belén), sino batallador. Entonces este paso lo vamos a entender todavía en sentido más literal: ¡enfréntate con quien tienes el problema y no con otras personas!. ¡No busques quien te las pague, sino quien te las debe!.

El texto de la Palabra de Dios escogida para ilustrar este punto es Ex 23, 4-5:

“Si encuentras perdido el buey o el asno de tu enemigo, se lo llevarás inmediatamente. Si ves al asno del que te aborrece, caído bajo el peso de su carga, no lo dejarás abandonado; más aún acudirás a auxiliarlo junto con su dueño.”

No tiene la culpa el buey o el asno de tu enemigo. En sentido más moderno, si te peleaste con tu vecino ¡no le patees el perro!!!. En resumen: No pelear con quienes no tenemos que pelear.


  1. Tercer paso: No ir más allá de la ofensa que uno ha recibido
El código de Hammurabi terminantemente decretaba: “Si un hombre ha reventado el ojo de un hombre libre, se le reventará un ojo...”  ¿No era acaso terrible esta ley?

Pero veamos lo que dice la Palabra de Dios en Lv 24, 17-21:

“El que hiera mortalmente a cualquier hombre, será castigado con la muerte. El que hiera mortalmente a un animal, pagará la indemnización correspondiente: vida por vida. Si alguien lesiona a un prójimo, lo mismo que él hizo se le hará a él: fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente; se le hará la misma lesión que él haya causado al otro. El que mate a un animal pagará una indemnización por él, pero el que mate a un hombre, será castigado con la muerte.”

Era la Ley del Talión. Tenía como objetivo evitar la venganza más allá de la ofensa recibida. Porque si no hay un límite (en este caso, impuesto por la ley), la violencia crece en espiral. ¡Ojalá en nuestra época se cumpliera al menos la Ley del Talión! Sí, porque lo que ocurre hoy en día es que si uno le hace un daño a otro, el otro le hace un daño mayor, entonces éste responde con otro daño más grande aún... Vemos los ejemplos de las guerras del siglo pasado y también de las de este nuevo milenio, pero también lo observamos en las familias:¡muchas en plena guerra! (violencia doméstica...). Hay una película que ilustra este aspecto: “La guerra de los Roses” donde un matrimonio se pelea y la violencia va creciendo hasta que se destruyen totalmente el uno al otro.
Al menos aquella ley frenaba la venganza, más allá de la ofensa recibida. Si alguien te quitó un ojo, más vale que tengas puntería y sólo le quites un ojo, porque sino te vas a ver en problemas otra vez...


  1. Cuarto paso: No vengarse:
Todavía estamos en la propuesta del Antiguo Testamento. Veamos: Lv 19.18a

No serás vengativo con tus compatriotas ni les guardarás rencor...”

y en la segunda parte del versículo agrega:

“...Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”.


Este mandamiento resume la perfección del Antiguo Testamento. Esto significa que, teniendo derecho a la venganza (Ley del Talión, cuarto paso) me abstengo de ejercer mi derecho: “-podría golpearte en el ojo, tengo derecho, pero no lo voy a hacer...”
Según un dicho popular “la venganza es el placer de los dioses...”, pero, en cambio, nuestro Dios nos invita a no guardar rencor, a no devolver mal por mal, en resumen: a no vengarnos.
Este paso es en realidad un gran salto. ¿Lo hemos alcanzado?, si respondemos que sí, es decir, que nunca nos vengamos de los que nos hacen el mal (léase cualquier tipo de mal, por ejemplo: aquella persona habló mal de mí y pero yo me abstengo de hablar mal de él), entonces quiere decir que vamos bien, ...¡pero aún no llegamos al mensaje del Nuevo Testamento!.


  1. Quinto paso: Poner la otra mejilla

     (“Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado. Ustedes han oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’ Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?...”  (Mt 5,38-47)

¡Atención que estamos ya en el Nuevo Testamento!, este paso del perdón es una innovación. No hay que entenderlo en forma literal “poner la otra mejilla” (Jesús dijo que seamos mansos... ¡pero no “mensos”!). Hay que entender la otra mejilla como la otra cara de la moneda, es decir, al “mal” poner la mejilla del “bien”. Tal vez a alguno le sea más fácil poner literalmente la otra mejilla, pero la propuesta del Evangelio va más allá: hacer el bien al que te ofende. Es más difícil pero, por supuesto, está la ayuda de la gracia... Requiere de oración, hay que pedir esta gracia.
Veamos Rm 12, 17-21: “No devuelvan a nadie mal por mal. Procuren hacer el bien delante de todos los hombres. En cuanto dependa de ustedes, traten de vivir en paz con todos. Queridos míos, no hagan justicia por sus propias manos, antes bien, den lugar a la ira de Dios...Y en otra parte está escrito: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber... No te dejes vencer por el mal. Por el contrario, vence al mal, haciendo el bien”.
También se necesita una buena cuota de humildad (de “humus” = tierra, que además es fértil), y aplicar la regla de oro del Evangenlio: Mt. 7,12: “Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas”.
Dos citas más que nos ayudan: “Como a ti mismo...” Mc. 12, 31. “Perdonad y seréis perdonados” Lc 6, 36.

  1. Sexto paso: Volver a la misma confianza que se tenía antes de la ofensa:

Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: ‘Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?’. Él le respondió: ‘Sí, Señor, tú sabes que te quiero’. Jesús le dijo: ‘Apacienta mis corderos’. Le volvió a decir por segunda vez: ‘Simón, hijo de Juan, ¿me amas?’. El le respondió: ‘Sí, Señor, sabes que te quiero’. Jesús le dijo: ‘Apacienta mis ovejas’. Le preguntó por tercera vez: ‘Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?’. Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería y le dijo: ‘Señor, tú lo sabes todo, sabes que te quiero’. Jesús le dijo: ‘Apacienta mis ovejas’...”                   (Jn 21, 15-17)

En este paso debemos imitar lo que Jesús hizo con Pedro. Le devuelve la confianza que tenía antes de la ofensa. El Señor le había dicho que le daba las llaves del Reino de los Cielos, pero en el momento más importante Pedro lo niega tres veces. Ya resucitado, en el pasaje de la cita bíblica, junto al lago Tiberiades Jesús no le dice: ¡Pedro, ahora que me negaste, devolveme las llaves! No, el Maestro, lo confirma en su puesto, le otorga nuevamente su confianza: ¡Apacienta a mis ovejas, porque cuando yo me vaya tú seguirás siendo el Pastor! 
Es el perdón más elevado, volver a la confianza para comenzar de nuevo. Es admirable cómo a veces los niños cumplen esto al pie de la letra, y cuánto nos cuesta a los adultos. Tal vez tengamos que volver a ser como niños para alcanzar este paso...

Es lo más perfecto en el Nuevo Testamento, no sólo se trata aquí de amar a los demás como a nosotros mismos, sino de amar como Jesús nos amó, es decir, hasta el extremo de dar la vida por nosotros...
Dos citas bíblicas cruzadas pueden servirnos de ejemplo, ambas coinciden en el capítulo y versículo, y además son de Juan: capítulo 3 y versículo 16, pero una es del Evangelio de Juan (eje vertical de la cruz: el amor de Dios a los hombres) y la otra de la Primera Carta de Juan (eje horizontal de la cruz: así debemos amarnos entre nosotros):
Jn 3,16: “Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó su Hijo único para que todo el que cree en él crea no muera, sino que tenga Vida eterna”.
I Jn 3,16: “En esto hemos conocido el amor: en que él entregó su vida por nosotros: Por eso, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos”.
¿Hasta cuándo perdonar? “setenta veces siete...” (Mt 18, 21-22)
Por último, si quieres entregar al Señor una ofrenda única y preciosa, sigue el consejo de Mt. 5, 23-24: “...deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda”...



[1] De una prédica de Salvador Gómez.

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Artículo publicado en la UNIVERSIDAD DE PALERMO



Entrenamiento en tensión aplicada y exposición en un caso de fobia a extracciones de sangre

RESUMEN:

El subtipo de fobia específica: “sangre-inyecciones-daño”, se distingue del resto de las fobias por provocar, en un alto porcentaje de casos, un “síncope vasovagal ”con el consiguiente desmayo que dificulta la exposición (técnica de elección para las fobias). Existe sin embargo una técnica muy sencilla propuesta por Öst y Sterner (1987) “entrenamiento en tensión aplicada”, que evita el desmayo y posibilita la exposición. Se presenta el caso de un joven de 20 años que padecía este tipo de fobias desde niño y el tratamiento específico llevado a cabo en unas pocas sesiones. Como guía para el tratamiento se siguió la experiencia del caso presentado por Espada-Mendes-Orgilés en International Journal of Clinical and Health Psychology, 2004 y las indicaciones de Bados López, A., Universidad de Barcelona, 2005, citados en la bibliografía y cuya lectura recomendamos.


Lic. Horacio Muñoz Larreta
Psicólogo –UBA
Mat. Nro. 22976

Las fobias específicas son trastornos muy frecuentes, tanto en población general como en muestras clínicas. De acuerdo con el DSM-IV-TR es un temor acusado y persistente, excesivo e irracional, desencadenado por la presencia o anticipación de un objeto o situación específicos (p.ej., volar, precipicios, animales, administración de inyecciones, visión de sangre). La exposición al estímulo fóbico provoca casi invariablemente una respuesta inmediata de ansiedad, que puede tomar la forma de una crisis de angustia situacional o más o menos relacionada con una situación determinada. En los niños la ansiedad puede traducirse en lloros, berrinches, inhibición o abrazos. La persona reconoce que este miedo es excesivo o irracional (en los niños este reconocimiento puede faltar). La situación se evita o se soporta a costa de una intensa ansiedad o malestar y los comportamientos de evitación, la anticipación ansiosa, o el malestar provocados por la situación temida interfieren acusadamente con la rutina normal de la persona, con las relaciones laborales (o académicas) o sociales, o bien provocan un malestar clínicamente significativo.

Se clasifican en 4 subtipos:
1. Tipo animal: si el miedo hace referencia a animales o insectos.
2. Tipo ambiental:  si hace referencia a situaciones relacionadas con la naturaleza y los fenómenos atmosféricos como tormentas, precipicios o agua.
3. Sangre-inyecciones-daño: si el miedo hace referencia a la visión de sangre o heridas, o a recibir inyecciones u otras intervenciones médicas de carácter invasivo. Este subtipo presenta una incidencia marcadamente familiar y suele caracterizarse por una intensa respuesta vasovagal.
4. Tipo situacional: si el miedo hace referencia a situaciones específicas como transportes públicos, túneles, puentes, ascensores, aviones, coche o recintos cerrados.
5. Otros tipos: si el miedo hace referencia a otro tipo de estímulos, entro los que se incluyen las situaciones que pueden conducir al atragantamiento, al vómito, a la adquisición de una enfermedad; fobia a los “espacios” (es decir, el individuo tiene miedo a caerse si no hay paredes y otros medios de sujeción), y el miedo que los niños tienen a los sonidos altos o a las personas disfrazadas. 

El caso que presentamos en este trabajo, que denominamos “Fernando M”, se trata de una fobia específica subtipo “sangre/inyecciones/daño”. En este tipo de fobias el patrón fisiológico de respuesta ante el estímulo temido difiere del que se produce en otros subtipos. Es decir, se produce una respuesta bifásica (en dos fases) que consiste en una primera fase de activación simpática (aumento de la presión arterial y del ritmo cardíaco), seguida, en cuestión de unos pocos segundos hasta unos 4 minutos, de una fuerte activación parasimpática (rápida caída de la presión sanguínea y del ritmo cardíaco, a unas 30-45 pulsaciones por minuto), lo cual puede conducir al desmayo por falta de riego cerebral. Es el llamado síncope vasovagal (la causa más frecuente de desmayos). Síncope significa “dejar de sentir” o “desvanecimiento”. Una causa posible de síncope vasovagal es una hiperreacción de un mecanismo llamado arco barorreflejo sinoaórtico que compensa los aumentos súbitos de presión sanguínea y hace que ésta disminuya. Cuando la ansiedad es excesiva, el barorreflejo puede fallar en su intento de regular la presión a niveles normales y produce una activación excesiva del sistema parasimpático. Esta hiperreacción parece ser hereditaria, se da en el 27-70% de los familiares de primer grado, un porcentaje que es superior al observado en otras fobias específicas y trastornos de ansiedad (5-31%) (Page, 1994; Öst, 1992). Aunque no todas las personas que padecen este tipo de fobia presentan esta respuesta bifásica, en muestras clínicas el 70% tienen una historia de desmayo (Öst, 1992). 

Este subtipo de fobias suele conducir a la evitación de intervenciones médicas importantes para la salud del paciente (operaciones, transfusiones) o a dejar de lado ciertos estudios médicos, como sucedió en el caso de Fernando.

Tratamiento psicoterapéutico

Es importante destacar que para las fobias específicas la técnica de elección es la desensibilización sistemática (Wolpe J., 1958) o exposición, pues resultados de estudios controlados sugieren una eficacia del 80 % en los pacientes que finalizan el tratamiento (Ferré Martí, 2005). Pero en razón de la respuesta de desmayo que se da en las fobias a la sangre/inyecciones/daño no suele dar buenos resultados la técnica de relajación, que frecuentemente es utilizada en la desensibilización sistemática para provocar una respuesta incompatible con una reacción ansiosa. Esto se debe a que cuando comienza la segunda fase -respuesta vasovagal- si el cuerpo se encuentra flojo y relajado no sólo no tiene capacidad para contener la fuerte activación parasimpática que se produce sino que la facilita. Para disminuir la ansiedad, puede utilizarse en cambio la respiración diafragmática sin relajación. Además existe una técnica específica para evitar el síncope vasovagal, entrenamiento en tensión aplicada, desarrollada por Öbst y Sterner (1987), que se utiliza en combinación con la exposición gradual. El entrenamiento suele durar unas pocas sesiones ya que la técnica es muy sencilla.
Entrenamiento en tensión aplicada: consiste en la tensión (durante unos 30 segundos, aunque con práctica bastan unos 15 segundos) de algunos grupos musculares (brazos, piernas y abdomen) a los fines de aumentar la presión arterial y frecuencia cardiaca y posibilitar la irrigación cerebral con el objeto de evitar el desmayo. Un signo de que se va logrando esta irrigación es cuando el rostro adquiere coloración y algo de temperatura. Pero no debe realizarse una tensión excesiva, sino moderada y sostenida, ni tampoco debe aflojarse rápidamente la tensión. Sólo debe aplicarse en el momento en que el paciente experimenta los síntomas prodrómicos del síncope (presíncope), es decir, cuando detecta las señales internas de descenso de presión arterial. Aunque algunas señales son comunes hay otras singulares de cada persona, pero habitualmente los pacientes las reconocen enseguida dado la experiencia de desmayos que han padecido. Recordemos que mientras el paciente experimenta ansiedad excesiva (durante la primera fase) puede utilizarse la respiración diafragmática, siempre y cuando no hayan comenzado las señales internas previas al desmayo, pues en tal caso debe comenzar en forma inmediata la tensión muscular. 
Biofeedback: Puede resultar muy útil durante el aprendizaje la utilización de aparatos de biofeedback (monitor de frecuencia cardiaca –reloj- y/o tensiómetro digital) para evaluar con mayor precisión el aumento o disminución de la presión arterial y frecuencia cardiaca. Por cierto, también puede controlarse el pulso en forma manual inmediatamente después de cada tensión (debe el terapeuta cerciorarse de que el paciente sabe hacerlo) o después de la respiración profunda.
Exposición gradual: consiste en la exposición paulatina tanto imaginaria, virtual como en vivo a las situaciones temidas hasta que, por habituación, dichos estímulos dejen de producir la ansiedad patológica. Previamente debe construirse una jerarquía de ansiedad, que consta de varios items de situaciones que van de menor a mayor producción de ansiedad, en una escala de 0–10. Luego la exposición se realiza siguiendo esta jerarquía, comenzando por situaciones menos ansiógenas para ir avanzando paulatinamente, en la medida de la tolerancia del paciente, hacia la exposición a situaciones más temidas. El avance en los items de la jerarquía depende de lo que el paciente esté dispuesto a tolerar, del tiempo disponible y de la velocidad de habituación. Es importante antes de pasar al item siguiente que durante la exposición al item actual la ansiedad disminuya a valores muy bajos [1/2] y debe repetirse más de una vez, en el mismo o distinto día (como tarea para el hogar). Debe avanzarse tan rápidamente como el paciente pueda tolerar, sin abrumarlo con ansiedad o pánico inmanejables, pero tampoco de manera tan lenta que se desanime al no ver progresos.

CASO FERNANDO M.

Datos personales: Fernando M, 20 años, argentino, soltero, secundario completo, terciario incompleto. Vive con sus padres y dos hermanas (24 y 16 años). Trabaja en un negocio de computación (desea cambiar de trabajo).

Motivo de consulta: Miedo intenso a las inyecciones, extracciones de sangre y otras intervenciones médicas, situaciones en las que siempre me desmayo”. En una clase de medicina (en sus estudios terciarios) se desmayó cuando hablaban de temas médicos: “de repente me caí”. Esto que me pasó fue la gota que rebalsó el vaso...”. Desea eliminar esta fobia específica y aprender a pensar de otra manera.

Inicio de enfermedad actual: Tiene recuerdos desde jardín de infantes. “En cuarto grado me abrí la rodilla izquierda contra un zócalo, pero no tuve problemas mayores, me sangraba mucho y me hicieron 25 puntos... “En quinto grado, fue en la otra pierna, fue sólo un raspón pero me desmayé... “No fue la primera oportunidad porque creo que igual me desmayé en jardín de infantes...”.

Curso de la enfermedad: En sexto o séptimo grado se desmayó viendo un video de educación sexual. Nunca fue al dentista [evitación]. No recuerda haberse dado inyecciones de niño, pero sí vacunas y cree que se desmayó o “estuve cerquita...”. No se dio la vacuna de los 16 años por temor [evitación]. Hubo un período en que no tuvo que ir al médico (durante la adolescencia temprana) y por tanto no tuvo estos desmayos. Nuevamente comenzó con problemas al tener que hacerse estudios médicos para el trabajo y el estudio. Fue entonces cuando se desmayó más recientemente (“la gota que rebalsó el vaso...”).

Sintomatología: “Me siento flojo. No transpiro. Dicen que me pongo blanco. Lo último que me acuerdo de la situación, antes del desmayo, es la nuca, como que se me afloja, pierdo el control, siento dolor en la cabeza y veo el momento en que me caigo, aunque no escucho nada”. “La sensación va subiendo, comienza por las piernas, luego el cuerpo y termina en la nuca. Quiero hablar pero no puedo”. “Cuando me pongo inquieto ya sé que me voy a desmayar...”.

Factores Desencadenantes: Inyecciones, vacunas, extracciones de sangre, ver heridas, tomarse la presión, otras intervenciones médicas. Incluso cuando sólo se habla de estos temas.

Otras enfermedades que padece: Várices en la pierna izquierda, debido a lo cual usa medias elásticas. Debe realizarse una operación (postergada por sus miedos). Postergó también un estudio de ecodopler (para la intervención quirúrgica de las várices) porque le impresionaba el “ruidito que hacía cuando circulaba la sangre”.

Antecedentes familiares: Madre con trastorno de ansiedad (agorafobia) Hermana mayor padece una fobia similar (sin desmayos). El padre y hermana menor no lo padecen.

Apoyo social primario: bueno, particularmente de la madre, y en segundo lugar de su hermana mayor. Pero no tiene una buena relación con su padre (más bien ausente).

Apoyo social secundario: Escaso (un solo amigo, al que ve esporádicamente). Poca actividad social.

Tratamientos anteriores: Recientemente fue a ver una psicóloga de su Obra Social y le dijo que no necesitaba terapia porque, aún cuando se desmayaba no dejaba de hacerse algún análisis (“hacía afrontamientos”). No toma ningún medicamento.

Objetivo terapéutico: Extinguir la fobia específica. Lograr un control adecuado de la ansiedad. Posibilitar el afrontamiento de las intervenciones médicas sin la respuesta bifásica disfuncional. Generalización y mantenimiento. Otros motivos de consulta que surjan durante el tratamiento.


Diagnóstico multiaxial según DSM-IV-TR

Eje I: F 40.2 [300.29] Fobia específica. Tipo “sangre-inyecciones-daño”

Eje II: Z03.2 [B71.09] S/trastorno de personalidad. Rasgos evitativos.

Eje III: Várices en la pierna izquierda (se le indicó intervención quirúrgica)

Eje IV: Escasa actividad social. Búsqueda de un nuevo trabajo.

Eje V: EEAG 56.


Técnicas utilizadas durante el tratamiento:

Psicoeducación: Como en todos los tratamientos, ésta debe realizarse sobre el tipo de psicoterapia que se va a lleva a cabo, sobre el trastorno que padece el paciente (fobia específica), sobre las particularidades del subtipo (sangre/inyecciones/daño), sobre cada técnica en particular que se implementa y, en la medida en que aparecen, sobre los obstáculos o contratiempos.  

Técnica de control de la activación: Como la relajación favorece la activación parasimpática, lo que constituye una contraindicación, se utilizó la respiración diafragmática sin relajación, con el fin de disminuir la activación simpática en los momentos previos a la exposición y mantener cierto tono muscular.

Entrenamiento en tensión aplicada: Luego de identificar las “señales internas” previas al desmayo (las conocía muy bien por experiencia), se realizó el entrenamiento en tensión aplicada. Se enseñó al paciente a tensar los músculos de los brazos, piernas y abdomen, con el fin de incrementar la presión arterial (durante 20/30 segundos) y evitar el síncope vasovagal.

Biofeedback: Sólo durante la etapa de aprendizaje de la respiración diafragmática y de la tensión muscular, se utilizaron un monitor de frecuencia cardiaca (reloj) y un tensiómetro digital con el fin de verificar con mayor precisión el aumento o disminución de la presión arterial y frecuencia cardíaca.

Exposición gradual:  Se realizó en base a la siguiente jerarquía:

1. Dentista. No sabe bien cuánta ansiedad le provoca, la supone baja [0,50] por lo tanto no se graduaron los niveles de ansiedad dentro de este item.

2. Ir al médico: Estar frente al médico [2].

     Sala de espera [3/4]

3. Toma de presión arterial [5/6]

4. Cuando hablan de:

     Desgarro [6]

    Fractura expuesta [6,50]

5. Cuando hablan de sangre o ver películas de heridas sin que al otro le duela [7]. Cuando le duele [7,50] (no le da ansiedad ver una mancha de sangre).

6. Vacunas: Cuando va a vacunarse [7] Cuando está en la sala de espera [7,50] Cuando le aplican la vacuna [8]

7. Suero: ver cuando le ponen a otro [8] Que me pongan a mí [9]

8. Extracción de sangre:

       Antes de ir al laboratorio [3-4].

       Cuando se levanta a la mañana [5-6]

       Cuando está yendo [7]

       En la sala de espera, viendo personas con algodones en el brazo, si la sala es grande y fresca [8].

       Idem si la sala es chica y hace calor [9].

       Cuando siente la aguja [10]

Tareas para el hogar: Son fundamentales para el tratamiento de las fobias, en particular las relativas a la exposición de imágenes, videos o situaciones en vivo, pero también para el aprendizaje de las técnicas de control de activación (respiración diafragmática) y de tensión aplicada. En la siguiente planilla se observan algunas anotaciones realizadas por Fernando (pulso basal, pulso luego de la tensión muscular y pulso luego de la respiración profunda).



PLANILLA DE REGISTRO DE FRECUENCIA CARDÍACA



DIA HORA PULSO T.MUSC.APL. PULSO RESP.DIAF. PULSO
28/09/2007 12:15 80 15'' 93 15'' 84


83
93
82


78
73
80


77
98
80


76
90
79


76
101
78
30/09/2007 17:48 76 15'' 106 20'' 79


70
101
79


73
103
75


73
101
76


75
101
76


76
99
75


71
80
72


























76
92 15" 72


80
96
64


72
92
64


60
100
64












SESIONES


Primera sesión: 
·         Confección de la Historia Clínica
·                             Psicoeducación (s/ fobia específica; tipo, etc.)

Segunda sesión:
·     Psicoeducación (s/ técnicas a implementar).
·     Comienzo de Entrenamiento en Tensión Aplicada. Modelado y ensayo conductual con utilización de un monitor de frecuencia cardíaca.
·     Ejercicios de respiración diafragmática sin relajación. Modelado y ensayo conductual (idem biofeedback).
·     Tarea para el hogar: E.T.Ap. y respiración diafragmática con utilización del monitor de frecuencia cardíaca. Registro en una planilla.

Tercera sesión:
·     Repaso de los registros realizados en la planilla durante la semana.
·     Refuerzo positivo.
·     Ejercicios de tensión muscular y respiración profunda. Ensayo. Corrección por modelado con refuerzo positivo.
·     Inicio de la confección de una jerarquía de ansiedad. Escala 0-10
·     Escalas-cuestionarios: STAI (estado-rasgo), Inventario de Valoración y Afrontamiento.
·     Tarea para el hogar: tensión muscular y respiración sin relajación. Tomarse el pulso manualmente y anotar en la planilla de registro.

Cuarta sesión:
·     Repaso de la tarea para el hogar (no la había realizado lo suficiente). Psicoeducación sobre la importancia del entrenamiento y realización de las tareas en casa.
·     Ensayos para aprendizaje de toma de pulso en forma manual.
·     Entrenamiento en tensión aplicada.
·     Chequeo de la capacidad de imaginación. Breve entrenamiento en visualización.
·     Finalización de la construcción de jerarquías de ansiedad (más en detalle).
·     Tarea para el hogar: Entrenamiento de tensión aplicada en casa, con toma del pulso en forma manual.

Quinta sesión:
·     Repaso de la tarea para el hogar.
·     Psicoeduación: repaso de la explicación s/ la técnica de exposición virtual. También se le aclaró que iba a haber un médico disponible.
·     Exposición virtual: Dentista. Se le fueron mostrando imágenes en power point, mientras se le explicaba en qué consistía la tarea del dentista (nunca había ido y escuchaba con mucha atención las explicaciones más simples). Manifestó que le daba más ansiedad la explicación que las imágenes. Primeras imágenes: ansiedad [1/1,50] En la explicación [3/4]. Después de 10 minutos de exposición y explicación simultáneas la ansiedad bajo a [1] (preguntaba todo con interés). Luego se le mostró un video sobre diferentes dentistas realizando tareas de limpieza de dientes, utilización del torno (con sonido), etc... No manifestó mucha ansiedad [2].
·     Exposición virtual: Ir al médico. Poca ansiedad al comienzo [3/4] y luego de un rato de exposición la ansiedad descendió a [2]. Recordó que le da ansiedad si le toman la presión [5/6]. Tomamos la presión “en vivo” con un tensiómetro digital de pulsera. La ansiedad resultó menor de lo que él esperaba. Manifestó sentir un poco más de ansiedad cuando el aparato le aprieta la muñeca. Luego pidió hacer la prueba de tomarse la presión después de hacer el ejercicio de tensión aplicada. Presión arterial inicial: 122-74. Tensión muscular durante 30 segundos. Presión arterial posterior: 132-85
·     Recordó que también le da mucha ansiedad cuando le colocan a otro un suero. También si le ponen al él (“me imagino....”). Continuamos con un par de imágenes, que no le resultaron ansiosas.
·     Refuerzo positivo del terapeuta. Y él mismo manifestó que también se daba a sí mismo un “autorefuerzo”.
·     Tarea para el hogar: Repasar las imágenes trabajadas.

Sexta sesión:
·         Repaso de la tarea realizada. Ya no le causan ansiedad las imágenes del dentista y de la atención médica.
·         Exposición en vivo: toma de la presión arterial (item 4). Se le provee un tensiómetro digital semiautomático de brazo (la inyección de aire se realiza en forma manual). Se familiariza primero con el aparato. Le explico su utilización. Se le indica que debe insuflar aire hasta el límite tolerable para su ansiedad. Le ayudo a colocarse el brazalete. Fernando toma la pera de inflación; presiona el botón para comenzar la medición; infla el brazalete hasta 80 y decide dejar de presionar porque se siente molesto con la presión en el brazo. El grado de ansiedad es [3]. Esperamos unos dos o tres minutos. Nuevamente infla el brazalete hasta 90, la ansiedad aumentó a [4]. Sugerimos respiración diafragmática (tensión muscular solo en caso de detectar señales internas). Esperamos otros dos o tres minutos. Aclara que le da cierta ansiedad sobre todo cuando siente el “cosquilleo” en la punta de los dedos. Vuelve a exponerse al estímulo: presiona la pera hasta 160. La ansiedad permanece en [3-4].  Después de varios minutos, se toma nuevamente la presión. Lo hace presionando más rápidamente. Llega hasta el 140. Ansiedad [4] luego descendió. 
·         Exposición al item 5: cuando hablan de fracturas o desgarros: conversamos sobre dos videos –que aclaré que no iba a mostrarle por ahora-, donde hay fracturas (un jugador de fútbol que se fractura el tobillo y un adolescente en un skate que se fractura el brazo). También hablé de un caso que conocía de un joven que jugando al rugby se fracturó el brazo (fractura expuesta). Durante la charla, experimentó una ansiedad de grado [6] y se sintió en un momento flojo (en las piernas y también en la nuca), debiendo acudir a la tensión aplicada. Luego la ansiedad descendió. Mostraba mucho interés por las explicaciones de las fracturas. Hacia el final de la conversación no tenía ansiedad alguna [0]. Fernando contó luego su lastimadura en la rodilla, cuando era niño, donde le tuvieron que hacer 25 puntos (aclara que fue una experiencia positiva para él porque no se desmayó en esa oportunidad y lo ve como un triunfo).
·         Refuerzo positivo del terapeuta.
·         Tarea para el hogar: tomarse la presión.

Séptima sesión:
·         Repaso de tarea de la semana: estuvo tomándose la presión arterial varias veces. No tuvo ansiedad.
·         Exposición virtual al item 6: sangre y heridas. Se le presentaron imágenes que iban de menor a mayor tamaño (preguntaba mucho los detalles). La mayor ansiedad fue de [4], luego bajó a [1]. Observó un video de una herida grande (con costura): primero en imagen pequeña, ansiedad [3]; luego algo más grande: la ansiedad aumentó a [6]; finalmente en pantalla completa, ansiedad [2]. Se pasó el video varias veces. Debió utilizar tensión muscular en varias oportunidades.
·         Se le sugirió –y aceptó- ver un video sobre fractura de un pie (futbolista). La ansiedad fue de [5], luego de varias exposiciones bajó a [1-2] (preguntaba los detalles).
·         Exposición virtual al item 7: vacunas. No mostró ansiedad frente a imágenes de instrumental (jeringas). Ante las imágenes de vacunas graduó su ansiedad en [3], luego manifestó que descendió más. Observó un video donde un joven se aplica una intramuscular profunda en el pectoral derecho. La ansiedad aumentó a [7]. Se mantuvo la exposición hasta que descendió. Debió aplicar tensión muscular. Observó varias veces el video, primero en recuadro pequeño, luego en mediano y, finalmente, en pantalla completa. La ansiedad fue pasando de [7] como máximo, a [4-3], luego descendió a [2].
·         Refuerzo positivo.
·         Tarea para el hogar: repaso de las imágenes del item 6. Ver varias veces el video de la herida. Ver varias veces el video de la inyección intramuscular profunda.

Octava sesión:
·         Repaso de la tarea de la semana: cumplió adecuadamente con la misma. Además agregó, por su cuenta, ver un video similar. Resultado positivo. Sólo sintió un poco de ansiedad en el video con la herida [3] y algo menos con la inyección intramuscular [2]. La ansiedad fue disminuyendo en las exposiciones hasta el grado [1]. Manifiesta que “las imágenes me parecían suaves”.
·         Exposición virtual al item 8: suero. Se lo mostraron imágenes de diferentes aplicaciones de suero. Peguntó por los detalles. Experimentó ansiedad, sólo en algunas imágenes [4], luego bajó a [1-2].
·         Exposición virtual al item 9: extracción de sangre. Imágenes de extracciones, pero con una jeringa real y un lazo de goma que se colocó unos minutos antes para dar mayor realismo a la exposición. Experimentó gran ansiedad en algunas imágenes [7], en una de ellas un gran aumento de ansiedad [9] con sensación de desmayo. Realizó el ejercicio de tensión aplicada durante 30 segundos, pero sentía que luego  volvía a bajar la presión a punto de desmayo (sensaciones físicas de piernas flojas y hasta la nuca). Le costó un poco realizar la tensión y manifestaba “me hace daño” (luego explicaría que cuando dejaba de hacer la tensión se aflojaba mucho de nuevo, por eso sentía que no le hacía bien). No llegó a desmayarse, sin embargo se puso pálido y le bajó la presión. Quedó unos minutos recostado con los pies en una silla. Se reanimó a los pocos minutos y enseguida volvió a la exposición virtual. Miró las mismas imágenes que le habían producido el pico alto de ansiedad, pero fue disminuyendo hasta [2-3].
·         Refuerzo positivo, remarcando el hecho de haber vuelto a exponerse a la situación fobígena.
·         Psicoeducación: advertimos la importancia de no aflojar rápidamente la tensión muscular luego de los 25-30 segundos, para evitar la relajación muscular (activación parasimpática). Convinimos en lo sucesivo intentar mantener cierta tensión leve y evaluar, en caso de repetirse.
·         Tarea para el hogar: se le envió por mail el archivo de Power Point, para que las viera sólo si él sentía que podía hacerlo, sino lo haríamos nuevamente en la próxima sesión.

Novena sesión:
·         Repaso de la tarea realizada en el hogar: vio las imágenes y la ansiedad fue baja [2-3].
·         Le presenté al Dr. Gabriel Brenner (médico psiquiatra) que estaría presente para ayudar durante la sesión (ya anteriormente se le había hablado de esta posibilidad).
·         Psicoeducación: hablamos sobre la corrección realizada en la técnica de tensión aplicada, en relación a lo sucedido en la sesión anterior (no aflojar rápidamente luego de la tensión, tratar de mantener cierta tensión constante aunque más baja).
·         Exposición virtual al item 9 (extracción de sangre). Se repasaron las mismas imágenes que en la sesión anterior. Hizo varias preguntas al Dr. Brenner sobre extracción de sangre mientras miraba las imágenes. Mostró mucho interés.  La ansiedad se mantuvo en [2-3] incluso cuando pasó por aquella que le había producido ansiedad [9] en la sesión anterior. Aclaró que le daba más ansiedad la “situación” de extraer sangre, que los detalles. Las explicaciones le reducían la ansiedad.
·         Miró un video de extracción de sangre y la ansiedad fue de [7-8]. Utilizó tensión muscular (aprendió a tensar disimuladamente –algo que le preocupaba anteriormente era que si estaba en un lugar –como ser una sala de espera- lo vieran realizar la tensión muscular en forma muy evidente). Vio el video en diferentes tamaños, recuadro pequeño, luego mediano y finalmente en pantalla completa. La ansiedad fue disminuyendo a [5-6] y luego a [2-3].  Observó un segundo video de extracción de sangre (filmado como si estuvieran extrayendo sangre al que observa el video). Se fue aumentando de tamaño hasta pantalla completa. La ansiedad máxima fue de [4], luego descendió.
·         Tarea para el hogar: ver los dos videos de extracción de sangre.

Décima sesión: 
·         Estuvimos conversando de otros temas que le preocupaban. Hablamos de la intervención médica por las várices. Estuvo de acuerdo con hacerse la operación, comenzaría por pedir un turno con el médico para hacerse el estudio (ecodoppler). Hablamos también de su trabajo.
·         Los últimos minutos de la sesión los aprovechamos para hacer una exposición virtual de los videos ya vistos (los de la tarea para el hogar), pero esta vez estando de pie frente al monitor. La ansiedad en sus picos máximos fue de [4] y luego bajó.
·         Tarea para el hogar: pedir turno con el médico.

Sesión 11:
·         Tocamos temas relativos a su trabajo (deseo de cambiar) y orientación vocacional. 
·         Repaso de la tarea para la semana: mostró orgulloso la orden médica, con la indicación del estudio de ecodoppler.
·         Ejercitación de tensión aplicada.
·         Exposición en vivo: con lazo de goma para extracciones y jeringa.
·         Exposición virtual: del último video visto (extracción de sangre).  Ansiedad [4] y bajó enseguida. Nuevo video (más largo) sobre extracción, primero sentado, luego de pie. Ansiedad [4-5]. Al repetirlo llegó a un máximo de [6] –algo más que lo experimentado con otros videos- (utiliza tensión aplicada), luego de un rato de exposición reiterada descendió a [4]. Se expone después a otro video de extracción y la ansiedad fue [4-5] y luego disminuyó a [3].
·         Comentó que estando en el subte sintió ansiedad porque había mucha gente y mucho calor, tenía miedo de desmayarse y que no fuera socorrido –agorafobia- y utilizó tensión aplicada. Luego se sintió mejor. 
·         Tarea para la semana: ver el video en casa.
Sesión 12:
·         Repaso de la tarea: manifiesta que no sintió ansiedad al ver el video (lo hizo varias veces).
·         Se presenta a la sesión el Dr. Gabriel Brenner.
·         Exposición en vivo: con lazo de goma y jeringa. Hizo varias preguntas, muy detalladas, sobre cómo se hacen las extracciones, las dificultades o inconvenientes que pueden ocurrir durante las mismas y otras de orden médico, que fueron contestadas por el Dr. Brenner. Se expuso a varias situaciones, colocarse el lazo de goma, tomar la jeringa y tocar suavemente la piel del brazo con la punta de la aguja. Manifiesta que siente mayor ansiedad cuando ve que otra persona (por ejemplo, enfermera) extrae sangre a un paciente; y menos cuando piensa que se expone a sí mismo a una extracción. También aclara que siente mayor ansiedad cuando no controla la situación (cuando no es él el que tiene la jeringa). Se utilizó también un algodón con alcohol. Manifiesta que le da mucha ansiedad ver el algodón en el brazo después de la extracción (más cuando ve a otros).
·         Refuerzo positivo: sobre el avance en sus exposiciones. Se le preguntó si notaba un progreso en la terapia. Contestó afirmativamente y aclaró que nunca pensó que podía llegar a hacer lo que estaba haciendo.
·         Psicoeduación: sobre el estudio de ecodoppler que debe realizarse.
·         Tarea para el hogar: exposición virtual (video sobre extracción).

Sesión 13:
·         Contó que ya se había realizado el estudio. Que le fue bien, no se desmayó. Lo acompañó el padre. Aclara que no miró cuando se lo hacían. Tuvo algo de ansiedad, pero pudo tolerarla (pidió en un momento sentarse, hizo tensión aplicada, se sintió mejor). 
·         Vino a la sesión el Dr. Brenner y le contó con detalles su experiencia con el estudio de eco doppler y le hizo varias preguntas sobre el tema.
·         Hablamos sobre su deseo de cambiar de trabajo y sobre su vocación. Contó que habló con alguien vinculado a lo que le gusta (luz y sonido).
·         Exposición en vivo: ensayo conductual con jeringa y con brazalete de goma. Ansiedad [5] y luego de breves instantes bajó a [3]. Se repitió, con mayor acercamiento de la jeringa: ansiedad [6], luego [3-4] y [2].
·         Refuerzo positivo.
·         Tarea para el hogar: llevó la jeringa y brazalete de goma para practicar en casa.

Resultados:

      Pudo practicarse todos los exámenes complementarios sin inconvenientes (extracción de sangre, ecodoppler, etc.).  Al día siguiente de la extracción me envió el siguiente mail: “...te comento que salió todo más que bien!! No estuve para nada nervioso desde el día anterior hasta después de la extracción (solo un poco a la noche y cuando me sacaban) pero completamente manejable. Y después hay detalles, pero bueno salió bien. Nos vemos”.

      Se realizó la intervención quirúrgica indicada con total normalidad (internaciónk, colocación de suero, tratamiento de las várices).

      Atravesó muy bien el post-operatorio (me mostraba con orgullo los puntos que le habían realizado).

      Posibilitó el tratamiento de otras cuestiones que requerían intervención psicoterapéutica (en algunas sesiones le dedicamos menos tiempo a la exposición y vimos otros temas que le preocupaban; un par de sesiones fueron dedicadas en su totalidad a éstos temas): mejoró la relación con el padre –que lo acompañó mucho en la intervención quirúrgica-; se comenzó a vincular con parientes que no veía hacía mucho tiempo y cuya relación estaba cortada con su familia primaria; tratamos el tema vocacional; en lo laboral logró el cambio de trabajo que deseaba; hablamos sobre el tema de la necesitad de ampliar y profundizar su vida social; tratamos el tema del sentido de la vida (leyó como tarea “El hombre en busca de sentido” de Viktor Frankl y lo comentamos).

      Aumentó su autoestima (por los afrontamientos que fue realizando). Debemos tener en cuenta que en este tipo de fobias habitualmente las personas que lo padecen se sienten burladas o cargadas por los demás (en especial Fernando por ser hombre).

      Mejoró su calidad de vida.

 

Seguimiento posterior

Mantenimiento: consiste en mantener una actitud de afrontamiento frente a las situaciones individualizadas en los items de la jerarquía, cuando se vuelvan a presentar en la vida cotidiana (autoexponerse intencionalmente, de vez en cuando, a algunos de los estímulos que antes provocaban ansiedad). Si este mantenimiento no se tiene en cuenta, pueden darse situaciones de nueva evitación con la consiguiente recaída, debido a lo cual hay que insistir mucho en este punto.

Generalización: consiste en ampliar los logros obtenidos en el afrontamiento de las situaciones generadoras de ansiedad a otras situaciones de la vida cotidiana que, sin llegar a los niveles de ansiedad individualizados en los items de la jerarquía,


Algunas consideraciones finales:
Debemos tener en cuenta que la finalidad del tratamiento es que el paciente logre el manejo de la ansiedad, no eliminarla. Recordemos que experimentar ansiedad es normal y necesario para la vida, pues nos permite anticipar una emergencia y adaptarnos mediante la respuesta de alarma. Tampoco el fin es “disfrutar” de la visión de heridas o sangre, sino de evitar la respuesta disfuncional.
Debe elogiarse y recompensarse todo progreso por pequeño que sea (refuerzo positivo). Conviene insistir en que, al menos inicialmente, una exposición exitosa es aquella en que se afronta la situación temida a pesar del miedo. Recordar que hay más distancia de 0 a 1 que de 1 a 100, pues una vez que se ha dado el primer paso comienza a aumentar la expectativa de autoeficacia (Albert Bandura) y un “efecto dominó” positivo.  Por otra parte, hay que advertir al paciente que el progreso no será lineal, sino que es normal que haya altibajos y contratiempos. El terapeuta debe alentar las iniciativas de autoexposición, psicoeducar sobre la importancia de las tareas para el hogar, ya que constituyen un elemento clave en el éxito terapéutico, y proporcionar un clima de confianza, seguridad y empatía.
Es conveniente que en las primeras sesiones de exposición el paciente esté sentado y resguardado para evitar que se golpee ante una caída por desmayo. Si éste ocurre durante la exposición, debe reanimársele acomodándolo en el piso boca arriba y con las piernas elevadas para favorecer que la sangre se dirija hacia la cabeza, y luego de reanimado continuar con la exposición lo más pronto posible (circunstancia que debe advertirse siempre al paciente al momento realizar la psicoeducación sobre la técnica y tratamiento que se va a seguir).

Bibliografía

      Bados López, Arturno, “Fobias Específicas”, 2005, Universidad de Barcelona.

      BARLOW Psicopatología, 3ª Edición, Thomson, 2004.

      Espada-Mendes-Orgilés: Tensión aplicada y exposición gradual en un caso de fobia a las inyecciones, en International Journal of Clinical and Health Psychology, 2004.

      Labrador –Garoz-Fernández. Evaluación y tratamiento de un caso de fobia a la sangre-heridas. Análisis y Modificación de Conducta, 25, 641-669.

      Öst, L. G. y Sterner, U. (1987). Applied tension: A specific method for treatment of blood phobia Behaviour Research and Therapy, 25, 25-29. 

 

Lic. Horacio Muñoz Larreta

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LA DIETA PSICOLÓGICA

 

A menudo no tomamos conciencia de los pensamientos en “mal estado” que masticamos e ingerimos durante el día y, luego, a la noche nos encontramos deprimidos sin saber porqué. Sin darnos cuenta, frecuentemente ahondamos nuestras heridas con recuerdos dolorosos del pasado, que nos angustian, nos producen rencor u odio, alientan actitudes que nos hacen daño y condicionan nuestro comportamiento. La más de las veces esto se produce tan habitualmente que ni siquiera advertimos que éstos pensamientos son el “pan nuestro de cada día”.

Resulta obvio que si me “alimento” durante un tiempo -a veces sólo basta un rato- de pensamientos negativos hacia determinada persona, recordando lo malo que me hizo o pudo haber hecho, etc., cuando me encuentre con ella experimentaré –en el nivel afectivo- un gran rechazo, puesto que tales pensamientos influirán sobre mis emociones; actuarán como estímulos o disparadores de afectos –para bien o para mal-. A su vez, determinados estados afectivos suscitan pensamientos acordes con tal estado, en una espiral difícil (aunque no imposible) de detener. De allí la importancia de nutrirse de pensamientos (o vivencias) contrarios que lleven hacia la paz interior y que alejen la perturbación. Los pensamientos, afectos y conductas se influyen entre sí recíprocamente.

  Cordis en latín es corazón. Recordar, por tanto, significa “volver a pasar por el corazón”. Si he de volver a pasar por mi corazón algunas vivencias, es de sentido común que me hará mejor pasar las “buenas”, esto es, aquellos buenos momentos vividos, las experiencias enriquecedoras, los momentos emotivos agradables, que constituyen mis “riquezas”, que además me pertenecen y no los inventé. No se trata de inflar un globo imaginando “lo que no fue y pudo haber sido”, esto es un tanto peligroso, tarde o temprano se desinfla. Sin embargo, cuando me apoyo en aquellos momentos reales y valiosos, que no me he inventado, que son “tesoros” míos, la fuerza arrolladora de la consolación me empuja hacia arriba, me levanta el ánimo, me enciende la vida. 

Pero hemos de reconocer que si de imaginar el futuro se trata, ¿para qué imaginar lo catastrófico que no ha sucedido?, con sentido realista puedo tener una mirada esperanzadora, sin negar las dificultades que al presente nos depara la vida, que a veces puede ser muy dura o difícil, pues no se trata de negar la realidad sino de atreverse a transitarla. ¿Porqué cargar la barca del presente con la cruz de mañana que todavía no vino? ¿No es suficiente con la cruz del presente? Ello sin contar con la cruz de ayer con la que suelo cargar la barquita de mi vida. Sin duda le exijo demasiado y no es extraño que sienta que se hunde…

Pongamos en práctica esta verdadera “dieta psicológica” y veremos el bienestar que nos hace.


Lic. Horacio Muñoz Larreta

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RECONCILIACIÓN EN PSICOTERPAPIA

 

La reconciliación en psicoterapia es de vital importancia, por varias razones: los trastornos mentales –vamos a referirnos en particular a aquellos que varias escuelas han denominado como “neurosis”- producen un desorden o desequilibrio en el yo (“self”), es decir, una ruptura interna, en el sentido de la presencia de una sintomatología que perturba en diferentes grados a la persona que lo padece y que habitualmente se designa como “malestar clínicamente significativo”[1]. Pero además, producen un deterioro de la actividad del individuo en diferentes ámbitos de actuación: en sus vínculos, en la familia, en el trabajo, en el ámbito académico, etc. Es decir, se produce una perturbación tanto en el sí mismo como en la vida social o relacional. 

Por tanto, la tarea terapéutica justamente consiste en ayudar a que la persona que padece un malestar psicológico[2] recupere el orden o unidad interna perdidos, el equilibrio que siempre es móvil e inestable y, por otra parte, ayudar a que el paciente logre recomponer sus vínculos con el mundo, con los “otros”, respecto de los cuales el trastorno interfiere y recupere sus ámbitos de actuación, su nivel de desempeño social, laboral, académico, etc. Esto significa una verdadera “reconciliación” para quien a atravesado esta crisis, no porque haya una culpa y un arrepentimiento, no se trata de eso en este caso. La reconciliación aquí significa un “reencuentro”, significa recuperar la unidad perdida, significa recuperar la paz. Sin embargo esto no quiere decir que toda persona que padezca un trastorno psicopatológico necesariamente pierda la paz interior o la “unidad” en sí misma. Existen muchos casos en que las personas, a pesar de su sufrimiento, adoptando una actitud de sentido frente a él, “trascienden” –al decir de Frankl- su propia dolencia y logran transformar la tragedia en una realización de un valor (valor de actitud, según Max Scheler). 

Muchas veces observamos que quienes han padecido grandes picos de ansiedad o miedo, por ejemplo en el trastorno por pánico o en una fobia específica, al ir recuperando su vida normal, mediante la eliminación del malestar clínicamente significativo, sin embargo les cuesta mucho después “tolerar” la ansiedad o miedos normales, con las variaciones que habitualmente ocurren en cualquier persona sana. Lo mismo sucede con el que ha padecido un trastorno depresivo, porque ahora cualquier caída del estado anímico es interpretado como una depresión patológica, y debemos saber que también existe una depresión normal. La tarea consistirá ahora en “reconciliarse” con la angustia, ansiedad, miedo o depresión no patológicas, Entonces, toda psicoterapia, debe llevar no sólo a la eliminación de la ansiedad o angustia extrema, sino también la aceptación de la ansiedad o angustia normal, aquella que es parte de la vida. La variabilidad anímica es propia de la vida (no como un electrocardiograma chato). Reconciliarse con la angustia, con el miedo, como emociones auténticas, es quizá una de las tareas más difíciles en psicoterapia y de las más importantes para evitar las “recidivas” o recaídas. 

Otro aspecto no menos importante de la psicoterapia, es lo que Frankl llamó “aceptación del destino”, esto es, de mi pasado tal como me ha tocado vivirlo, como ser único e irrepetible. Aceptación de mi persona, de mis padres y hermanos, aquellos que el “destino” hizo que me tocara particularmente a mí como “arrojado a la existencia” (kirkegard). Vine a caer en una época histórica determinada, en un mundo así, en un lugar particular, en una familia concreta, con todas sus condiciones, sus limitaciones, sus dificultades, sus pobrezas y oscuridades, así como sus potencialidades, sus riquezas y claridades. Poseo un cuerpo determinado, un sexo, etc. Se trata de una verdadera reconciliación, en particular para quienes les cuesta aceptar un aspecto de sí mismos o de su historia vital. Aceptación o, mejor aún, reconciliación no es igual a resignación. Hay muchas cosas que podemos cambiar, que podemos también aceptar como realidades que al presente nos tocan vivir, o sufrir, pero que también debemos luchar por cambiar. La resignación, entendida en forma negativa, implica una renuncia a la lucha por la vida, por aquello que es valioso. La reconciliación, en cambio, nos permite valorarnos como personas. En definitiva, nuestro Maestro y Pastor, dijo: “ama a tu prójimo como a ti mismo”, y no “…en vez de a ti mismo”. 

Lic. Horacio Muñoz Larreta


[1] Cfr. DSM-IV
[2] Hombre doliente (homo patiens) –cfr. Viktor E. Frankl


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